vitoria - El Baskonia se ganó ayer el derecho a soñar en la Euroliga. Trituró al Fenerbahce, enardeció a su hinchada con un baloncesto de muchos kilates y traspasó toda la presión a un Efes con la patata caliente de tener que ganar hoy sí o sí al Armani para depender de sí mismo en la última jornada. El pasaporte hacia los cuartos de final de la Euroliga todavía no puede acariciarse con la yema de los dedos, pero la certeza de llegar vivo a la última jornada al Martín Carpena ya entraña un mérito incuestionable. Pocos, por no decir nadie, lo hubiese sospechado hace unos meses cuando quedó encuadrado en un lote terrible por la rutilante calidad de los rivales y la pesadez de unos desplazamientos infernales.

Nadie le podrá reprochar nada, pase lo que pase en la última jornada. El Baskonia vuelve a ser alguien respetado en el Viejo Continente y la última víctima en padecer la furia y la energía alavesas fue el Fenerbahce, un muñeco de trapo en las manos de un anfitrión desbordante en cuanto a espíritu, intensidad, juego y acierto. No faltó ningún ingrediente en una de esas noches para el recuerdo que agigantó la silueta azulgrana. El Buesa Arena acabó rendido a los pies de un Laboral Kutxa voraz, embaucador y con el colmillo afilado que enrojeció los mofletes gracias a un recital asombroso.

En realidad, sólo hubo dos minutos de dudas al inicio del tercer cuarto con un parcial desfavorable de 0-8, pero un tiempo muerto de Ibon Navarro cortó la sangría. Los vitorianos volvieron a la carga con un baloncesto electrizante y rebosante de casta que rememoró las veladas más álgidas del pasado. Ni el más optimista de los seguidores azulgranas hubiese soñado antes del salto inicial una actuación tan redonda que dejó en evidencia al gigante turco. El Baskonia fue una máquina inclemente desde el salto inicial que halló respuestas de todo tipo y acabó sobrado con varios de sus suplentes en cancha ante el jolgorio de su sexto jugador.

Una exhibición de principio a fin que constató, de un lado, la verticalidad y la electricidad del equipo con sus célebres transiciones y, por otro, la sapiencia y el rigor en el ataque posicional merced a un altruismo difícil de intuir con dos bases a menudo indomables. Algo para frotarse las ojos que levantó al público de sus asientos. Un candidato al reinado continental como el Fenerbahce se vio empequeñecido en el Buesa Arena, cuyo efecto intimidatorio se dejó sentir una vez más. El del Baskonia fue un convincente ejercicio de solidez en ambos aros. Incandescente atrás y clarividente como nunca en el juego estático, donde las pérdidas brillaron por su ausencia, redujo al todopoderoso cuatro turco a escombros con un rendimiento sobrenatural.

Ni la inferioridad física ni la sabiduría táctica de Obradovic, descompuesto y colorado en la banda ante la impotencia de sus pupilos, impidieron la exhibición alavesa en varios tramos de la contienda. Propulsado por el estelar binomio Causeur-San Emeterio, sostenido por el trabajo sucio de Iverson y el silencioso Tillie bajo los aros y con un compromiso colectivo a prueba de bombas, el Baskonia cuajó algunos de los minutos más convincentes de la temporada. Y, para que la fiesta fuese completa, apareció el gatillo fácil de James en el último cuarto para apuntillar a un Fenerbahce herido de muerte. Adams, más contenido que de costumbre, también había entrado en órbita con anterioridad para sofocar el intento de rebelión turco tras el descanso.

Y es que el Laboral Kutxa funcionó como un reloj suizo con parciales demoledores que le permitieron amasar rentas tranquilizadoras. Para endulzar la velada, llegó una buena ración de espectáculo en la recta final. Dos alley oop con la firma de James e Iverson fueron la guinda al pastel. Cumplida su parte del guión, el cuadro vitoriano buscará esta noche un aliado en la figura del Armani ante el Efes. Los turcos, sin margen de error y atenazados por la responsabilidad de ganar, ya han dado síntomas de flaqueza. De ahí el halo de optimismo que embarga a todo el baskonismo en este momento.

Compromiso, intensidad y juego. No faltó de nada en una noche para el recuerdo donde el Baskonia cuajó una de las actuaciones más redondas de la temporada. El cuadro vitoriano abrasó a un desdibujado Fenerbahce a base de claridad de ideas en el juego posicional y sus célebres transiciones.

Triunfo coral. San Emeterio y Causeur allanaron el camino en una primera parte estelar donde también fueron reseñables los fogonazos de unos silenciosos Begic y Tillie así como la brega impagable de Iverson. Tras el descanso, apareció la furia de dos bases que enardecieron al público con su instinto asesino desde la larga distancia. Adams y James pusieron la guinda al pastel.

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La noche soñada. Otro soberbio partido en el Buesa Arena de un Baskonia que fue un torbellino en todas las facetas. Dejó en evidencia a un icono de los banquillos que ostenta ocho Euroligas en su palmarés. Ningún equipo había sido capaz de ganar como local al Fenerbahce en este ‘Top 16’ y el Laboral Kutxa no sólo satisfizo este propósito sino que, además, lo hizo a lo grande.

Fue el encargado de apuntillar al Fenerbahce con un espectacular concierto anotador en el último cuarto. Puso el espectáculo con su explosividad y sus pases de fantasía a Iverson.