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La brillantez justa. No fue la actuación más convincente del Baskonia desde que el vitoriano lleva las riendas. El equipo tiró básicamente de su inmenso corazón y de épica para sortear una jornada crítica del calendario en la que las pérdidas fueron incesantes. Para sobreponerse a la adversidad de las ausencias, Ilimane Diop y San Emeterio actuaron como falsos ‘cuatros’ y se impuso la zona 2-3.

El menos malo. Baskonia y Valencia firmaron un partido de escasa calidad en la que terminó imponiéndose, a la postre, quien menos errores cometió. La matinal resultó decepcionante.

Compromiso y raza. El del Laboral Kutxa fue un ejercicio de supervivencia para sobreponerse a las ausencias y las continuas pérdidas de balón. Frente a un rival que es una sombra del que brilló el pasado curso, el equipo extrajo fuerzas de flaqueza.

Serenidad ante Nedovic. El serbio, que era duda antes del salto inicial, resultó imparable en el último cuarto con sus 18 puntos. Sin embargo, la sangre fría azulgrana desde el tiro libre

terminó por decantar una victoria que vale su peso en oro.

vitoria - No importa tener el alma quebrada y el armazón agujereado por los contratiempos como este diezmado Baskonia si el corazón late con una cadencia elevada, existe compromiso colectivo y un pundonor a prueba de bombas. Entonces puede edificarse cualquier heroicidad que conmueva a la afición y permita gritar bien alto que el orgullo azulgrana permanece intacto. Con sus imperfecciones, sensibles ausencias y altibajos, el cuadro vitoriano apeló ayer a la heroica para sonrojar a un Valencia venido a menos. Sin Shengelia ni Bertans pero con un espíritu elogiable y la imprescindible piña ante la adversidad, extrajo fuerzas de flaqueza para sortear una jornada crítica del calendario y encaramarse a la quinta posición liguera tras el tropiezo del Joventut en Las Palmas.

Fue el del Laboral Kutxa un titánico ejercicio de supervivencia para sacar adelante de forma agónica una matinal de incesantes nubarrones en cuanto a la estética de su juego y presidida por un rosario de pérdidas a cada cual más ingenua. Ni la precariedad de efectivos, ni el bajo momento anímico derivado del mazazo encajado en Milán, ni la dramática pérdida del excelso tirador de la plantilla ni el nombre del rival invitaban a nada positivo antes del salto inicial. Pese a semejante caldo de cultivo en contra, la falta de brújula en numerosos tramos, encarnada en el paupérrimo número de asistencias de sus dos indomables bases, o la efervescencia final de un pletórico Nedovic, capaz de sumar 18 puntos en el último cuarto, el Baskonia acreditó un día más su solidez al amparo del Buesa Arena.

La victoria adquirió tintes épicos por varios motivos: la catarata de balones perdidos, el enésimo ejercicio de descontrol por parte de Adams y James, la inconsistencia a la hora de administrar las cómodas rentas en el marcador y los conatos de rebeldía de un decepcionante forastero levantino, convertido en una sombra del que compitió el pasado curso con vigor y entereza bajo los férreos postulados de Perasovic. Sin embargo, la dinamita ofensiva y la serenidad desde el tiro libre volvieron a ser brutales ante la torpeza de un visitante que arrancó al ralentí -su ceguera ofensiva le impidió anotar hasta el minuto 6- y confirmó su condición de pupas de la ACB al ver cómo Pablo Aguilar debía abandonar la cancha en su primer ataque como consecuencia de un esguince en su tobillo. El percance del granadino niveló las bajas en la enfermería y produjo un equilibrio de fuerzas.

El Baskonia siempre vio por el retrovisor a su apocado rival, salvo en los albores del tercer cuarto cuando un triple de Dubljevic propició la primera y única ventaja (44-45) de los levantinos. Durante el resto de la descafeinada matinal, resuelta con unos dígitos desmedidos para el triste repertorio de dos conjuntos enemistados con el criterio y la clarividencia, dispuso de infinidad de ocasiones para rematar a un oponente moribundo y despegarse sin poder satisfacer su objetivo. A la postre, terminó reinando el menos malo en un duelo impropio de dos alternativas al poder establecido tanto en la ACB como la Euroliga.

Entre la oda al despropósito encabezada por los bases locales, especialmente un desdibujado Adams, las canastas flagrantes desperdiciadas debajo del aro por los jugadores taronjas y el concierto de silbato, emergió uno de esos partidos que no pasará a la historia. Rivalizaron ambos contendientes en errores de principiante con la tranquilidad de que el Laboral Kutxa, sostenido por la solvencia de su dúo más cerebral (Causeur y San Emeterio), la brega de Iverson y el instinto asesino de James, siempre hallaba la fórmula para desnudar la fragilidad taronja. La puesta en escena invitó a pensar en un paseo triunfal (13-0), pero esos buenos augurios se marcharon por el sumidero en cuanto el Baskonia perdió el rigor y vio reproducidos los fantasmas de sus días más tenebrosos.

En el epílogo surgió un protagonista inesperado que por sí solo instaló la zozobra en el Buesa Arena. Nedovic, un exterior entre algodones antes del salto inicial y con el umbral del dolor bajo mínimos, martilleó el aro local hasta colocar un nudo en la garganta al público. El intento de rebelión liderado por el serbio quedó, a la postre, en anécdota ante la sangre fría del Baskonia desde la personal. Un triunfo sudado y angustioso hasta el último suspiro con una dedicatoria especial para la figura de Bertans. Sentado tras el banquillo con su rodilla derecha hecha añicos, el letón recibió el calor y el cariño del baskonismo.

Recordó al alero todoterreno y multiusos de las grandes ocasiones. Superó de cabo a rabo al musculoso Sato y rayó a un nivel excelente en todas las facetas. Atracón de minutos.