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Vuelven las dudas. El Baskonia parecía haber encontrado la pócima del éxito con un baloncesto dinámico y vertiginoso, pero el equipo lleva varias semanas estancado y sin soluciones tácticas. El uno contra uno se ha convertido en una tónica habitual en los finales apretados y el técnico vitoriano debe dar con la tecla para activar un plan B que evite desagradables disgustos como el de ayer.
nizhny novgorod - Frustrado y con más dudas en el equipaje de vuelta tras una concesión imperdonable. Se pegó ayer el Baskonia un tiro en el pie en la lejana Novgorod, donde puede haber enterrado ayer sus opciones de alcanzar los cuartos de final de la Euroliga. El Nizhny le dejó mal parado y certificó punto por punto todos los males que azotan al grupo de Ibon Navarro, carente de pausa, personalidad y madurez para matar un partido que parecía pan comido. La friolera de 38 minutos llevando la delantera en el marcador para terminar viendo reproducidas sus pesadillas recientes con otra delirante gestión de los minutos finales. En ellos, la alarmante orfandad de una cabeza pensante que fijara unas directrices inteligentes arruinó el encomiable desempeño anterior.
Los méritos azulgranas acabaron en la basura ante una monumental parálisis en el epílogo, traducida en un prolongado vacío anotador que sepultó bajo tierra al Laboral Kutxa. Entre el 75-80 y el 86-80 se apoderó del maratoniano alavés un caos infernal hasta desembocar en la hoguera con todo merecimiento. Cuatro minutos de un clamoroso desbarajuste en todas las vertientes, salpicados de pérdidas más propias de patio de colegio y una serie de anárquicos ataques donde la triste solución fue el uno contra uno de los exteriores. Sólo hacía falta inyectar algo de cloroformo a un Nizhny resignado a su suerte, pero primero Adams y más tarde James contribuyeron de manera decisiva a rubricar la inmolación más absurda. Un paso atrás de consecuencias trágicas que no sólo deja más libre el camino al Efes sino que reanima a un Nizhny en plena caída libre y también permitirá seguir soñando al ganador de la confrontación de esta noche entre Armani y el Unicaja.
Porque, en otro disparatado epílogo, el Baskonia se disfrazó de perdonavidas para regalar una victoria vital en su laborioso tránsito por el Top 16. Desgobernado en la dirección e incapaz de encontrar algo de cordura en dos bases que arrastraron al equipo hacia la más absoluta confusión, asistió a la resurrección de un Nizhny siempre a remolque. El varapalo mortal de necesidad dejó muy señalados a Adams y James, dos timoneles americanos cortados por el mismo patrón que constituyen una auténtica moneda al aire cuando la suerte del vencedor se dilucida por pequeños detalles en finales taquicárdicos. De momento, ninguno sabe conducir la nave a buen puerto cuando llega el momento de la verdad. En el bando local, los cerebrales Rochestie y Mekel supieron imponer su sello con eficiencia y muchas más tablas.
Hubo condicionantes importantes para explicar el mazazo como la ausencia de Hansbrough, el golpe recibido por Tillie que le hizo perder la visión de un ojo o la debilidad física de un diezmado San Emeterio -atacado por un virus desde primeros de la semana-, pero el Laboral Kutxa nunca debió hacer un regalo de estas características. Dejó escapar vivo a un frágil anfitrión ruso que siempre acarició la lona y que, sin embargo, en ningún momento recibió el golpe de gracia definitivo.
perdonar y perdonar Aunque emergió una velada de baño y masaje por las facilidades de un Nizhny bondadoso y endeble, surgieron en el peor instante la debilidad mental y el miedo a ganar. Fue una película ya vista en la presente temporada mientras Ibon Navarro perdía la paciencia con Adams -cambiado a menos de dos minutos para el final tras una pérdida de chiste como consecuencia de un balón que rebotó en el pie de Begic- y concedía los mandos de forma estéril a James. Nada ni nadie detuvieron un desplome imparable pese a la amenaza de eliminación que pendía sobre dos de los bastiones locales como Thompkins y Papakhouski. Ambos sobrevivieron con cuatro faltas durante muchos minutos sin que los atacantes azulgranas les buscaran las cosquillas.
Amasó cómodas rentas el Baskonia durante la primera parte, pero nunca lo suficientemente tranquilizadoras. El Nizhny sorprendió gratamente en el Buesa Arena, aunque esta vez dio toda clase de facilidades consciente de que su supervivencia en la Euroliga se hallaba hasta ayer a expensas de un milagro. La discontinuidad azulgrana impidió el despegue en el marcador y alimentó el desasosiego. Con los simples chispazos de Rochestie y Thompkins, sus dos faros ofensivos que escapan de la mediocridad del resto, el cuadro ruso acabó hurgando una vez más en la debilidad defensiva de los vitorianos. De nada sirvió, a la postre, el incansable trabajo de Iverson, la brega de Shengelia, la elegancia de Causeur o la pegada de Bertans. El Baskonia, disminuido por los contratiempos físicos y lastrado por una rotación escasa, se hundió sin remisión. Pálido y con un ataque de pánico indisimulado, se dejó en tierras rusas gran parte de sus esperanzas de realizar algo grande en esta Euroliga. Con el desastre total a un palmo, James trató de vestirse de héroe con poca fortuna. El norteamericano es un mar de dudas en los epílogos. Como el equipo en general.
Nefasto final. La gestión de los últimos minutos por parte del Baskonia volvió a resultar espantosa. Dejó de defender, incurrió en infinidad de pérdidas y se limitó exclusivamente a buscar el uno contra uno en ataque permitiendo de esta manera la resurrección del endeble Nizhny.
Discontinuidad. Los alaveses dispusieron de innumerables ocasiones para dar el golpe de gracia al anfitrión, que permaneció agazapado durante 38 minutos y esperó su oportunidad para aprovechar la debilidad mental y el miedo a ganar de los visitantes con una delirante dirección de Adams y James.
Volvió a sobrarle algún tiro como es de costumbre por culpa de su inseparable precipitación, pero se erigió en el principal bastión ofensivo azulgrana merced a una notable producción.