vitoria - La historia del deporte profesional, sobre todo la que afecta a los deportes de grupo, es una fuente inagotable de historias, leyendas y triunfos esculpidos no ya a partir de las propias cualidades de sus jugadores sino de factores tan poco deportivos y sí tan psicológicos como los ambientales. Se cuentan así por centenas en los últimos años los ejemplos del manido “12 +1” (en el caso del fútbol) para explicar sin mucho poso de raciocinio tantas remontadas imposibles como victorias que no entraban en ninguna cábala. Y todo, se supone, debido a ese factor intangible que representa el campo, la cancha, y a una presión altamente positiva de la grada para con sus jugadores, que lógicamente recibirán más señales de adrenalina cuanto mayor sea el número de seguidores. Lejos de cualquier base científica, el factor ambiental, el “miedo escénico” que célebremente acuñó Jorge Valdano, ha existido, existe y existirá siempre en el deporte profesional como baza alternativa a las circunstancias y los climas adversos. Una baza que incluso en determinados momentos ha sido testada, esta vez sí, con fundamento técnico.
El gol de Juanfran al Real Madrid (31-05-2009) cuando defendía la camiseta de Osasuna continúa siendo, a día de hoy, el instante que más ruido ha generado en un estadio de fútbol español. Un momento de éxtasis que dio la permanencia a los rojillos y elevó el medidor de sonido aquella tarde a los 115,17 dB (decibelios), un estruendo equivalente al que produce el motor de un avión en pleno vuelo y cercano, según algunos estudios, al umbral del dolor humano, que se sitúa en el límite de los 140 dB. Quizá por eso es histórica también la imagen de Luis Figo en el Nou Camp protegiéndose sus oídos cuando la megafonía anunció su nombre como jugador del eterno rival, el Real Madrid. Aquella noche, el portugués y el resto de sus colegas tuvieron que soportar un estruendo de 112 decibelios.
Sin llegar a esos extremos, el baloncesto tampoco es ajeno a las bondades del factor cancha, que tanto Vitoria como Baskonia han aprovechado en más de una ocasión. Lo vivió en primera persona el club en su etapa en el viejo Mendizorroza, convertido entonces en una caldera a presión por la que pasaron todos los grandes de la época. Y lo vivió en Zurbano después, reconvertido con el tiempo en un imponente Buesa Arena con una capacidad (15.504 espectadores) tan espectacular como inútil, puesto que nunca desde entonces ha logrado el club tapar todo el cemento del pabellón.
Kirilenko, el reclamo Esta tarde-noche, sin embargo, gran parte de la mole baskonista tendrá color azul y grana, y el Buesa volverá a firmar una de sus mejores entradas ante el estratosférico CSKA moscovita, uno de los mejores, sino el mejor, equipo de Europa en estos momentos que ayer llegó a Vitoria con el portaequipajes repleto de estrellas y rublos rusos. Por esta razón, y porque no hay equipo con la plantilla más larga, con tanto talento y tanta riqueza, y porque cuenta entre sus filas desde hace unos días con un superclase como Kirilenko, recientemente cortado en la NBA, casi 12.000 aficionados poblarán hoy las gradas del pabellón.
En una nota oficial, Baskonia anunció ayer tener emitidas, que no vendidas, 10.000 entradas para el duelo de esta noche, con lo que se superarán, según sus previsiones, los 11.246 asistentes del día ante el F.C. Barcelona, que hasta la fecha había sido la mejor entrada de la temporada. Además de por la entidad del rival y por lo mucho que hay en juego -cabe recordar que una victoria local le situaría a un solo triunfo de CSKA-, el club ha detectado otros dos factores que, entiende, han sido clave a la hora de provocar el ánimo de la afición. El primero hace referencia a la victoria del pasado viernes en la cancha de Efes en Estambul, donde Baskonia dio un golpe de autoridad en su carrera por meterse en el Top 8. Y el segundo nace de la vergonzosa tangana de Miribilla, a la que el club se refiere eufemísticamente como “dificultades de las últimas horas que han unido a la masa social”. Sea como fuere, de lo que no hay duda es de que hoy hará falta ese sexto jugador para derrocar al gigante ruso y acompasar el ritmo de la mejor versión del Baskonia, cuyas opciones pasan por hacer un partido perfecto y contagiar a su cada vez más caliente afición.