vitoria - Al Baskonia le ha llegado la hora de la verdad en la Euroliga. Pese a que luego quedarán seis jornadas en las que podrían registrarse variaciones poco probables, hoy es el día en el que quedará dilucidado, para bien o para mal, su futuro. En el Abdi Ipekçi, un recinto donde ya ha cosechado varios triunfos de prestigio a lo largo de su historia, están depositadas las esperanzas para hacer algo grande y dar un golpe de autoridad que acercaría el sueño de los cuartos de final de la máxima competición continental, hito que consiguió por última vez en la temporada 2012-13 siendo dirigido por el croata Zan Tabak desde el banquillo.

La diferencia entre ganar o perder es abismal antes del salto inicial. De ocurrir lo segundo, el futuro azulgrana dentro del Top 16 se teñirá de sombras. Los cerveceros se dispararían en la clasificación con una ventaja de dos triunfos, que en realidad serían tres por su mejor average. Si el Laboral Kutxa hace la machada y abandona con el pecho henchido uno de los grandes santuarios continentales, en cambio, la cosa se verá de forma muy distinta con el consiguiente crecimiento de la autoestima.

Lo ideal sería batir al Efes por más de cinco puntos -la diferencia obtenida por los otomanos en el Buesa Arena (67-72) tras el aciago epílogo de los alaveses- con el fin de acabar por delante de un rival directo en pos de la cuarta plaza en caso de un hipotético empate, pero tampoco sería baladí hacerlo por la mínima debido al favorable calendario favorable que aguarda hasta la conclusión de esta interminable segunda fase. No hay más cábalas alrededor de un compromiso capital que amanece de manera inquietante por el desigual ritmo competitivo de los dos contendientes.

Mientras el conjunto de Dusan Ivkovic viene de acreditar su excelente momento de forma con la conquista del título de Copa turca ante el Fenerbahce, el Baskonia volverá a vestirse de corto esta noche tras los doce días de inactividad que acumula desde aquel triunfo insípido en el Nou Congost de Manresa. No se sabe muy bien a cierta ciencia si este descanso tan prolongado habrá resultado positivo para que varios jugadores tocados -léase Begic- recuperen la chispa perdida o, por el contrario, contraproducente por la pérdida de ritmo dentro de una plantilla que se siente como pez en el agua con su célebre juego en transición.

La incógnita quedará desvelada hoy en la pista de un anfitrión que presume de oficio, veteranía y un roster con nombres de primerísimo nivel. El veterano técnico balcánico tiene mucho y bueno donde elegir, aunque es un adversario terrenal que se encuentra al alcance del Baskonia en una buena noche. Los peligros locales procederán de todas las demarcaciones. Dos bases (Heurtel y Draper) que se complementan a la perfección, tiradores (Janning) con un veneno mortal de necesidad, treses (Perperoglou) capaces indistintamente de abrirse al exterior o jugar de espaldas, cuatros rebosantes de talento (Saric), movilidad (Milko Bjelica) y músculo (Lasme), además de un cinco como Krstic susceptible de dominar en el cinco contra cinco posicional. Tampoco faltan emergentes valores turcos como Cedi Osman. En definitiva, un bloque de hormigón que trata de revertir su larga colección de fracasos.

“No es una final. Quedan todavía seis partidos y puede haber sorpresas, pero no cabe duda de que si ganamos tenemos más opciones que hoy, aunque si lo perdemos no estamos fuera. Me gustaría un partido con un tanteo alto en el que podamos correr a campo abierto y en el que sus cuatros no tengan muchos protagonismo corriendo y que les llevemos a jugar en medio campo. Lo más importante es ser nosotros mismos. Ellos han crecido defensivamente y metido en dinámica a Heurtel”, avisó Ibon Navarro.