vitoria - Su contratación despertó el pasado mercado estival un puñado de interrogantes dentro de la americanización emprendida con Marco Crespi en el banquillo. Era un poste sospechoso por numerosos motivos: su frustrado desembarco en la NBA, su pasado en algún conjunto europeo de segunda fila firmando estadísticas más bien discretas o las contadas gotas de talento desprendidas de las célebres imágenes de youtube, que por otro lado tampoco ayudan con exactitud a cuantificar la auténtica valía de un jugador. Fue una apuesta personal del ya historia técnico varesino, uno de cuyos solitarios aciertos durante su efímera estancia en Vitoria residió en la apuesta por Colton Iverson. Como antiguo ojeador de los Celtics de Boston, franquicia que ostenta los derechos del estadounidense al otro lado del Atlántico, emitió buenos informes de un cinco eminentemente rocoso, tosco y de un perfil destructor. Su asequible caché empujó al club a cerrar una contratación que no ilusionó a un baskonismo necesitado de ganchos para recobrar la ilusión.
Pues bien, transcurrida ya más de media temporada, pocos albergan ya la menor duda de que el poste nacido en Aberdeen (Dakota del Sur) se ha convertido en un pilar indiscutible del dulce momento que atraviesa el Laboral Kutxa en la actualidad. En la sombra y sin el fulgor de otros compañeros que derrochan más talento y elegancia en sus apariciones, poniendo en todo momento su intensidad, su brega y su carácter combativo al servicio del colectivo, el coltonismo empieza a calar hondo como bandera de un equipo que ya ha cogido velocidad de crucero y llama a la puerta de objetivos ambiciosos. Son virtudes que le han permitido meterse al público en el bolsillo e incluso clamar por su renovación, algo que lógicamente queda todavía muy lejos y sujeta en el futuro a una negociación económica de pronóstico incierto por la indiscutible revalorización del interior.
Lo que nadie cuestiona es que la actual relación calidad-precio se antoja difícilmente mejorable con algún otro baloncestista que haya desfilado por el Buesa Arena durante los últimos tiempos. Cualquier equipo de alto nivel que se precie necesita, por un lado, de finos estilistas y dinamitadores que saquen las castañas del fuego -algo de lo que va sobrado el maratoniano azulgrana-, pero también de gladiadores que impregnen su fogosidad y casta en las refriegas de cuchillos afilados. Iverson encaja como anillo al dedo para ayudar al Baskonia a salir indemne de estas últimas y así lo acreditó el domingo en el Nou Congost, donde tejió una dictadura incuestionable en la pintura con la consecución de su tope reboteador del presente ejercicio (16).
Su importancia en los esquemas de Ibon Navarro va más allá de los simples números. Iverson, que ha desplazado a Begic en el puesto de cinco, tiene el mérito añadido de acatar sin pestañear el ingrato desempeño del trabajo oscuro. De hecho, tiende a menudo a erigirse en una figura decorativa en ataque y apenas huele el balón. Se limita casi siempre a bloquear con su corpachón granítico, favorecer los tiros liberados de sus compañeros y rebañar los posibles rebotes ofensivos con su astucia y buen sentido de la colocación para ganar la posición ante sus pares. En definitivo, un poste honesto y comprometido al máximo cuyo rendimiento, se mire por donde se mire, se encuentra muy por encima de las expectativas iniciales. Sólo queda confiar en que no desfallezca ahora que se avecinan las rampas más empinadas en la ACB y la Euroliga.