Vitoria - La pasión turca por el baloncesto dura desde hace más de tres décadas. Su selección llegó a convertirse en subcampeona mundial en 2010 al calor de su público y varios de sus jugadores más reseñables (Ersan Ilyasova, Omer Asik, Enes Kanter o Hedo Turkoglu) compiten en la NBA. Su torneo doméstico es uno de los más potentes de Europa discutiendo la tradicional supremacía de España o el emergente campeonato ruso, presenta instalaciones modernas, cuenta con un ramillete de equipos de primer nivel y está presidido por mecenas con el suficiente dinero como para atraer a las principales estrellas del baloncesto FIBA. Aunque sea algo secundario, tampoco resulta baladí que la compañía aérea Turkish Airlines sea el principal patrocinador de la Euroliga tras el acuerdo entre ambas partes, como mínimo, hasta el año 2020.
Frente a este panorama tan atractivo, llama la atención y choca sobremanera que el balance de los conjuntos otomanos en los torneos internacionales a nivel de clubes sea paupérrimo. El ingente despilfarro de dinero durante los últimos tiempos carece de recompensa. El título de Copa Korac conquistado por el Efes Pilsen en 1996 resulta anecdótico ante la colección de fracasos no sólo en la Euroliga sino también en un torneo de rango menor como la Eurocup. El actual equipo de Thomas Heurtel es el único que presume de haberse clasificado para una Final Four de la Euroliga, aunque para ello hay que remontarse catorce años atrás hasta el curso 2000.
Los jugadores no albergan dudas a la hora de recalar allí. Los reclamos son tan importantes que casi nadie se rompe la cabeza a la hora de dar el sí a una oferta: sueldos generosos, puntualidad en los pagos salvo alguna rara excepción y un país emergente en todos los ámbitos donde poder llevar un buen nivel de vida. Para alguna vaca sagrada que ya lo ha ganado todo y carece de ambición, el aterrizaje en Turquía constituye una perfecta parada antes de poner el punto final a su carrera deportiva. No en vano, se trata de una especie de retiro dorado para engordar la cuenta bancaria y no sufrir una presión excesiva más allá de la exigencia de ganar algún título nacional.
En manos de Obradovic Si en los banquillos continentales había alguien capacitado para revertir esta rígida tendencia era el genio de las ocho Euroligas, Zeljko Obradovic. Con la intención de erigirse en el monarca de la Euroliga, el Fenerbahce le contrató en el verano de 2013 después de su año de reposo y residencia en Badalona al concluir su dorada etapa en el Panathinaikos. Sin embargo el serbio tampoco ha dado, de momento, con la pócima del éxito y fracasó sin paliativos en su primer año en Estambul. Ahora busca la revancha, aunque la irregularidad de su equipo no invita a pensar en grandes hazañas. Al igual que sucede con el Efes, no ha conseguido todavía la imprescindible solidez colectiva para poner en apuros en el futuro a rivales de la enjundia de CSKA, Real Madrid, Barcelona u Olympiacos. Tiempo al tiempo. El enésimo fracaso se hará entonces realidad. - O. San Martín