vitoria - El Emporio Armani aterriza mañana en el Buesa Arena plagado de rostros conocidos. Es el capricho de su multimillonario dueño, el archiconocido diseñador italiano Giorgio Armani, que desde la compra del club lombardo en 2007 ha invertido ingentes cantidades de dinero y tirado de talonario para reclutar a lo mejorcito del Viejo Continente. El inminente rival azulgrana se ha convertido en el tirano de la Lega, pero en la Euroliga sus resultados están siendo más bien mediocres. Tras el frustrado asalto de la pasada temporada a la Final Four celebrada en su casa del Mediolanum Forum, ha vuelto a irrumpir como un elefante en una cacharrería para incorporar a varios jugadores con pasado NBA como MarShon Brooks y, sobre todo, Linas Kleiza, un díscolo cuatro lituano maltratado por las lesiones y venido a menos con el paso del tiempo tras una etapa de siete temporadas al otro lado del Atlántico.

Todo un experto en firmar suculentos contratos y sobrevalorado tras despuntar en su día en los Denver Nuggets, se trata de un viejo conocido del Laboral Kutxa al que ya se midió la pasada campaña en dos ocasiones. Un tipo peculiar por sus extravagancias, sus peinados y un carácter rebelde que le ha costado más de un disgusto y se traduce en continuas pérdidas de concentración que irritan a sus entrenadores vive ahora su particular ocaso en el deporte de la canasta pese a contar tan solo con 30 años. El Emporio Armani constituye la última parada de Kleiza, cuya cotización y prestigio han bajado muchísimos enteros tras su estrepitoso fracaso del pasado ejercicio en Estambul. Zeljko Obradovic, a quien muy pocos pueden engañar a estas alturas de su exitosa carrera en los banquillos, no dudó el pasado mercado estival en abrirle la puerta de salida del Fenerbahce.

Y es que el mayor sonrojo de la decepcionante trayectoria otomana vino provocado por el pobre papel de este ala-pívot -nacido en Kaunas, y 2,03 metros de altura- al que el acaudalado club turco extendió una mareante oferta por valor de 3,3 millones de euros netos anuales (más incentivos) tras ser amnistiado unas semanas antes por los Raptors. El prestigioso entrenador balcánico confiaba en el liderazgo de todo un ex de la NBA para cambiar la famélica cara de los conjuntos otomanos en la máxima competición, pero se topó con un jugador indolente, poco comprometido e incapaz de asumir las responsabilidades propias de su elevado caché.

SUS INICIOS EN AMÉRICA Con la cuenta corriente por las nubes y una motivación más que dudosa para competir al más alto nivel, Kleiza parece haber dado ya lo mejor de sí. Así lo atestiguan este ejercicio unos números en tierras lombardas -8,4 puntos y 2,6 rebotes- que no son excesivamente boyantes. Conserva todavía calidad para hacer un descosido a cualquiera en un día afortunado y se mantiene como un especialista a la hora abrir las defensas rivales, pero la continuidad y la capacidad intimidatoria de antaño ya brillan por su ausencia.

Desde luego, la carrera de Kleiza describe una nítida línea descendente desde su vuelta a la NBA a partir de 2010. En Toronto, que protagonizó con el báltico una de las peores operaciones de fichaje de un agente libre en la historia, sufrió unos graves problemas de rodilla que le alejaron de los focos mediáticos. De hecho, permaneció inédito todo el año 2011 tras ser intervenido quirúrgicamente de una microfractura de la rodilla derecha. En sus inicios como baloncestista, también le dio problemas un hombro.

Jugador de peinado y estilo bohemio, en consonancia con la vida de sus padres residentes en Nueva York, dedicados a decorar mansiones de gente adinerada pintando murales y frescos de un gran valor artístico, Kleiza abandonó su país natal con apenas 16 años rumbo a Estados Unidos. Con anterioridad, había realizado sus primeros pinitos dentro del baloncesto en la escuela de la leyenda lituana Sarunas Marciulonis. Le acogió la ciudad de Rockville (Maryland), donde se unió al equipo de la Montrose Christian School y fue designado mejor jugador del año. Para su carrera universitaria, Kleiza decidió enrolarse en Missouri. Tras finalizar su segundo año, se inscribió en el draft de 2005 siendo elegido en primera ronda con el número 27 por los Trail Blazers, que traspasarían inmediatamente sus derechos a Denver.

Kleiza vive en Milán su tercera experiencia en el baloncesto europeo. Antes de su reciente paso por Turquía, el lituano fue tentado en la campaña 2009-10 por los hermanos Angelopoulos, magnates del Olympiacos. Pocas veces, por no decir nunca, se ha firmado en Europa un contrato de aquella magnitud -la friolera de 12,2 millones de dólares por dos años-, pero los helenos se quedaron con la miel en los labios a la hora de conseguir el reinado continental. El Barcelona se interpuso en su camino en la final celebrada en París y, aunque Kleiza se convirtió en el máximo anotador de la Euroliga con cerca de 20 puntos de media, emigró de tierras atenienses al término de ese curso. Desde entonces, transita con más pena que gloria.