Vitoria - El Baskonia verá en febrero la Copa del Rey por televisión, pero nadie alberga dudas de que incrustará su silueta en mayo en los play off por el título y que ya posee hechuras de equipo otra vez temible tras la acertada reconstrucción navideña. Hasta ahora había tuteado a los grandes quedándose con cara de tonto tras el bocinazo final por no saber propinar el providencial golpe de gracia. Sin embargo, ayer se desquitó a lo grande con uno de esos triunfos que invitan a soñar y levantan al público de sus asientos. Esta vez no desfalleció como unas horas antes en El Pireo, mantuvo un ritmo infernal y agradeció la aparición escalonada de varios ejecutores. Por este orden, San Emeterio, Bertans y James ajusticiaron a un Barcelona al que sólo le quedó el recurso del pataleo. Xavi Pascual, desencajado y frustrado por la exhibición azulgrana, se retiró a los vestuarios maldiciendo un tiempo muerto de Ibon Navarro a falta de cuatro segundos para la conclusión. Bien haría el técnico culé en descargar su ira sobre la falta de intensidad acreditada por sus desbordados pupilos y su errática trayectoria como visitante.
En un Buesa Arena encendido y de las grandes ocasiones que ejerció su efecto intimidatorio desde la americanizada presentación, el Laboral Kutxa firmó la victoria de más prestigio desde el inicio de la temporada. De principio a fin, no levantó el pie del acelerador y llevó la voz cantante dentro del titánico intercambio de golpes en que se convirtió la matinal. A pecho descubierto y enarbolando ese baloncesto dinámico del que hace gala, hurgó con inteligencia en la herida de un Barcelona que paseó una candidez y tibieza insospechadas. Fue el vitoriano un conjunto enchufado y valiente desde el salto inicial, con sangre en los ojos, que mordió en defensa pese a sufrir las acometidas de los talentosos estiletes culés y que cargó nuevamente el rebote ofensivo con una fiereza descomunal. Y todo ello con el imprescindible aliento de su sexto jugador.
El recinto de Zurbano, de nuevo incandescente, se frotó los ojos ante la volcánica respuesta de un Baskonia que comienza a llamar a la puerta de objetivos ambiciosos. Hecho literalmente sobre la marcha, emergió la versión versión azulgrana en mucho tiempo. El cambio de entrenador y el incesante movimiento de cromos han avivado la inestabilidad durante los últimos meses, pero las sensaciones que irradia este grupo son bien distintas. Nada que ver con la famélica cara del principio de curso con Marco Crespi y varios bultos sospechosos que hicieron las maletas. Los alaveses se lanzaron a la yugular de su opulento rival con grandes dosis de clarividencia, solidaridad, intensidad y acierto.
Exhibición colectiva Si bien varios nombres propios merecieron a título individual un sobresaliente, el 103-94 constituyó el merecido premio a la exhibición coral. Imprimieron los bases un ritmo eléctrico, recuperaron la pegada los exteriores y se multiplicaron los interiores para realizar un destajista trabajo subterráneo. Imposible pedir más en una jornada donde el baskonismo degastó caviar y vibró ante el nítido ejercicio de superioridad frente a un gigante. El Barcelona ha confeccionado una plantilla lujosa y con talento a borbotones, pero malvivió en el Buesa por la sangrante carencia de cancerberos defensivos, la alargada sombra de sus dos sensibles bajas (Navarro y Oleson) y su agujero negro en las zonas. Huérfano de interiores explosivos, dotados de músculo y que vivan en el segundo piso, siempre fue a remolque en el marcador. Lastrado por las faltas de Tomic y el aciago papel de Huertas, apenas sobrevivió gracias a la clase de Satoransky y Abrines.
El desplome vivido en la segunda parte en Atenas no dejó secuelas psicológicas. El Baskonia hizo gala de recursos y equilibrio. El suyo fue un mando inamovible y merecido en el marcador. Autoritario y con una personalidad arrebatadora, engordó su casillero anotador merced a los réditos de su célebre juego en transición y unos ataques perfectamente trazados. Con una primorosa selección de tiro, la recuperación para la causa de algunos elementos fuera de onda -léase San Emeterio y Bertans- y la irrupción final del ciclón James, rozó la perfección para domar a un Barcelona impotente y con síntomas de desquiciamiento. El play off figura todavía a una victoria de distancia, pero triunfos tan embriagadores evidencian la dimensión del remozado proyecto.
En crisis y con el punto de mira desviado en los últimos tiempos, recuperó su esplendor con un gran acierto. Un puñal en ataque que firmó un espectacular pleno desde el 6,75.