El estilo elegido por Ibon Navarro es agradable para la vista. La velocidad que imprime el equipo a su juego resulta ciertamente atractiva. Apretar, forzar el error, recuperar el balón y salir en transición. Así se consiguieron ayer multitud de puntos fáciles que sirvieron para abrir rentas en el electrónico que le quitaron toda la emoción al duelo, pero ni una pizca de su espectacularidad.

El Baskonia buscó las alternativas en su ataque, apostando primero por meter balones interiores a Shengelia y Begic para después comenzar a percutir desde diferentes distancias. Todo ello acompañado por varios contraataques velocísimos que permitieron ver bonitas finalizaciones en forma de mate. Hasta en seis ocasiones se colgó un jugador azulgrana del aro.

Esa velocidad en el ataque vino propiciada, en gran parte, por el buen rendimiento de una defensa que provocó muchos errores en el ataque de Estudiantes. La presión al base de Mike James y Adams -especialmente activo el segundo con unas manos muy rápidas que le llevaron a lograr cuatro robos- supuso la primera línea difícilmente franqueable para un cuadro madrileño en el que Javi Salgado en poco se pareció a ese jugador que habitualmente siembra el pánico en el Buesa Arena.

A partir de esa presión de los exteriores, y con la referencia bajo el aro de un Begic que es inexpugnable con los brazos arriba, el Laboral Kutxa se hartó de provocar fallos de un rival obligado en demasiadas ocasiones a correr hacia atrás para ver cómo el balón caía por la red tras una canasta sencilla.

Esa velocidad también se aplicó en un ataque estático en el que tampoco se consumieron demasiados segundos ni se amasó el balón. Pases rápidos y tiros tras un poco de movimientos, sin llegar a agotar la posesión. Un ritmo endiablado que da de sí un nivel de baloncesto espectacular para el espectador.

El de ayer fue el decimocuarto partido de Mirza Begic como baskonista y ante el Estudiantes el pívot esloveno estrenó titularidad, ya que anteriormente (siete partidos en Liga ACB y seis en Euroliga) siempre había visto el inicio desde el banquillo.