Vitoria - Es el partido llave que puede allanar el camino hacia el Gran Canaria Arena. El desenlace de la velada de esta noche en el Príncipe Felipe de Zaragoza, último recinto que asistió el pasado 18 de mayo a un éxito azulgrana en la ACB lejos del Buesa Arena, permitirá saber con bastante exactitud si el Baskonia se colará una temporada más en la gran fiesta del baloncesto español. Profanando el siempre difícil templo maño, algo que ya han conseguido esta temporada el Joventut y el Valencia Basket, los alaveses tendrán en su mano un objetivo que hasta el pasado fin de semana había permanecido seriamente en entredicho.

El mayúsculo premio sería alcanzar las siete victorias en la clasificación, la posibilidad de colarse por primera vez en puestos coperos en función de otros resultados y prácticamente el bálsamo de depender de sí mismo en las tres jornadas hasta la conclusión de la primera vuelta para asegurarse su presencia en tierras insulares. Superando al Estudiantes y al Rio Natura Monbus en el Buesa Arena, y aun perdiendo por una diferencia no muy grande ante el Real Madrid, el Laboral Kutxa gozaría de un elevado porcentaje de opciones de integrar el cartel de Las Palmas debido a su positivo average general de la actualidad.

Sin embargo, no conviene todavía mirar tan lejos ni hacer especulaciones baldías. Más teniendo en cuenta la sangrante estadística de los vitorianos cada vez que deben hacer las maletas. Todos los desplazamientos hasta la fecha (Barcelona, Andorra, Las Palmas, Badalona, Valencia y Murcia) se han saldado con derrota, algunas con estrépito. De ahí la imperiosa necesidad de frenar esta inquietante dinámica. Por mucho que el Baskonia venga de cuajar una de las actuaciones más redondas de la campaña, siempre suele transformarse -para mal- lejos del Buesa Arena y sufrir unas preocupantes lagunas de concentración.

Sin nombres rutilantes Tras superar el durísimo shock emocional que supuso hace meses la dramática pérdida de su guía en el banquillo (José Luis Abós), relevado por su segundo Joaquín Ruiz Lorente, el CAI -diseñado en los despachos por el siempre eficaz Willy Villar- ha vuelto a encaramarse un año más a la zona noble de la clasificación con un presupuesto modesto. Sin grandes nombres pero con todos los puestos bien cubiertos, constituye un adversario correoso y equilibrado en todas sus líneas.

Ningún jugador sobresale especialmente ni firma números relevantes. Llompart y Lisch conforman una dirección que se complementa a la perfección, en el perímetro emergen las figuras del veterano Jason Robinson y Chris Goulding -una sorprendente apuesta procedente del baloncesto australiano-, cuenta con un interesante cuatro abierto (Jelovac), mientras que el poderío físico y el trabajo sucio en la pintura llevan la firma de Marcus Landry y el obrero Rasko Katic, respectivamente. A Henk Norel, maltratado por las lesiones durante su carrera, le está costando horrores coger el tono físico necesario para erigirse en su poste de referencia. En definitiva, otra prueba de fuego que precederá el morboso debut en el Top 16 ante el potente Efes de Thomas Heurtel.