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Fórmula salvadora. El Baskonia disputó, posiblemente, los peores minutos desde que se hizo con las riendas del equipo. El vitoriano encontró en el tramo final el quinteto ideal al simultanear la presencia de los dos bases y pasar San Emeterio a ocupar la posición de falso ‘cuatro’. Un planteamiento que abrió la veda al bombardeo triplista y arruinó el excelente trabajo del Fuenlabrada.

Aluvión de triples. El Baskonia adoleció de puntería durante tres largos cuartos. En el instante propicio, sin embargo, surgieron las muñecas calientes de Causeur, Heurtel y San Emeterio que ahorraron un serio disgusto y minimizaron los errores.

Espesura local. En apenas 48 horas, se transformó para mal un Laboral Kutxa que fue una sombra del que se exhibió ante el Valencia. El Buesa Arena pitó el juego en varios tramos.

Rigor fuenlabreño. Las ventajas visitantes se sustentaron gracias al sobrio planteamiento de Luis Casimiro, la hegemonía interior de Akindele y la clase de Panko, indescifrable para Bertans y cuya prematura eliminación allanó el camino al Laboral Kutxa.

vitoria - A falta de ideas, bienvenido sea el fuego a discreción. Cuando escasea la clarividencia, siempre puede apelarse como medida de emergencia a la muñeca caliente de los francotiradores para componer el manual de supervivencia. Pues bien, a la primorosa puntería de su perímetro, la constancia de un Causeur incansable y las agallas de Heurtel, sin escrúpulos a la hora de jugarse los balones calientes pese al murmullo de la grada, se agarró ayer un desconcertante Baskonia para sumar una victoria con tintes épicos tras 38 minutos de agonía, dudas, miedos, nervios e incluso inexplicables desquiciamientos. El criterio arbitral fue delirante y perjudicial en varios tramos, pero mucho más defectuosa resultó la pobre respuesta azulgrana en un jornada para la galería del horror.

A remolque de un Fuenlabrada respondón que le planteó un partido áspero y amasó ventajas superiores a la decena de puntos, el conjunto vitoriano estuvo a un paso de quemarse en la hoguera y decir adiós al segundo objetivo de la temporada. Si a la postre evitó males mayores y resucitó de la tumba fue exclusivamente gracias a la infabilidad de su estelar pareja de franceses en la cuerda exterior y San Emeterio cuando el nudo de la camisa apretaba cada vez con más fuerza. La apuesta a la desesperada por cuatro pequeños y, sobre todo, el salvaje bombardeo exterior a partir del minuto 35 -seis a cada cual más letal y doloroso para un Fuenlabrada resignado a su suerte tras la eliminación de Panko- ahorró un disgusto mayúsculo y apaciguó los ánimos de un Buesa Arena al borde de la histeria.

Milagroso match ball salvado en una jornada de perros dentro y fuera del recinto de Zurbano. Para quien siga en la nube tras la continuidad en la élite continental, la certeza de que al Baskonia se le puede subir a las barbas cualquier humilde si no compite con la máxima intensidad y concentración. Cuando el billete para la Copa del Rey se escurría definitivamente de las manos con una afrenta dolorosa, el Laboral Kutxa se reencontró con el acierto indispensable del que adoleció durante los tres cuartos anteriores. Hasta el diluvio universal rubricado en el epílogo que supuso un castigo inapelable para el cuadro ubicado en el sur de Madrid, únicamente Bertans hizo diana desde más allá del 6,75. Mientras tanto, se contabilizaron hasta quince errores para constatar la escasa confianza azulgrana ante el aro rival.

Metió el visitante desde el inicio el miedo en el cuerpo a un Baskonia todavía en las nubes tras su reciente éxito continental. En realidad, estuvo más pendiente el plantel alavés de clamar por la injusticia del puntilloso criterio arbitral que de resolver sus graves lagunas sobre la cancha. De la suficiencia para acceder al Top 16 la Euroliga a la angustia doméstica, la distancia puede ser escasa. Contra todo pronóstico, fue el penúltimo clasificado de la ACB quien destapó la peor versión azulgrana durante la era Ibon Navarro. La resaca del pasaporte copero fue acusada por un Baskonia desconcertante, soporífero y con legañas en sus ojos.

En apenas 48 horas, pasó la tropa vitoriana de tocar el cielo a descender al más oscuro de los sótanos. El esplendor y el carácter belicoso atisbados al Valencia se transformaron en espesura, imprecisiones constantes y ternura en labores de contención. Pese a su modestia y precario estado en la tabla, el humilde del Fernando Martín despertó viejas pesadillas que parecían olvidadas. Encontró el Fuenlabrada varios tesoros en su rigor, la hegemonía interior de Akindele, inabordable para todos los interiores locales, y la elegancia de Panko -indescifrable para Bertans- a la hora de forjar un dominio inapelable durante diferentes tramos (28-39, 36-49, 50-58 ó 57-64).

Sin embargo, el Laboral Kutxa despertó a tiempo del letargo. La astucia de Causeur para provocar dos faltas consecutivas de Panko en ataque representó el principio del fin para los pupilos de Luis Casimiro, que añoraron como nunca a su principal mesías en el tramo final. Ibon Navarro se la jugó con cuatro pequeños y no tardó en recoger los frutos. James, autor de robos providenciales, y Heurtel simultanearon su presencia, además de ejercer San Emeterio como falso cuatro. Fue la fórmula salvadora que permitió al de Beziers entrar en órbita y rubricar tres bombas letales. Se sumó a la fiesta el capitán con dos aciertos más y el Baskonia pudo respirar tranquilo ante un admirable rival que vio cómo su excelente trabajo se iba por el sumidero en un santiamén.

Astuto, eficaz y con la confianza por las nubes. Sostuvo al equipo en los momentos más difíciles y provocó dos faltas en ataque a Panko que dejaron a los visitantes sin su guía espiritual.