vitoria - Cuando Doron Perkins se subió al autobús para iniciar el viaje desde Vitoria a Estambul, por su cabeza -y por la de muchos aficionados baskonistas- pasaba la sombra de que quizás había disputado ya sus últimos minutos como jugador del Baskonia. El fichaje de su compatriota Mike James, incluido también en la expedición, y el hecho de que el próximo día 14 expira el plazo para que el club pueda cortarle -algo que tiene decidido hace tiempo- invitaban a pensar que la suya iba a ser una mera labor de acompañante.
Sin embargo, conforme se acercaba la contienda, una tenue luz fue dispersando las sombras y a la conclusión de los cuarenta minutos él era -merecidamente además- el centro de todos los focos. Y es que el director de juego estadounidense prestó probablemente ayer su último gran servicio al Laboral Kutxa. O penúltimo, teniendo en cuenta que el domingo también está confirmada su presencia en la ACB ante el Valencia y que el próximo viernes podría actuar sin limitaciones igualmente ante la escuadra taronja en la competición continental.
Especulaciones al margen, lo único cierto en estos momentos es que Perkins se convirtió en el artífice del primer triunfo como visitante del Baskonia este curso con una actuación memorable en los últimos minutos del duelo con el Galatasaray. Algo que muy pocos se hubieran atrevido a pronosticar viendo su paso sin pena ni gloria por el parqué antes del descanso.
Pero todo cambió cuando a falta de cinco minutos para la conclusión del partido y con 72-75 en el marcador Ibon Navarro volvió a llamarle para dar un breve descanso al extenuado Heurtel. Su primera acción positiva fue una asistencia a Bertans y, a partir de ahí, como si un resorte invisible hubiese activado un turbo en su interior, se convirtió en un volcán absolutamente imparable para el cuadro turco.
Cuando el Galatasaray consiguió dar la vuelta al resultado (80-79) a falta de algo menos de tres minutos y parecía decidido a echar por tierra un nuevo sueño baskonista, Perkins se enfundó su mejor traje de ladrón y le robó un balón imposible a Carlos Arroyo, que no tuvo más remedio que cometer falta personal. No contento con ello, en la jugada subsiguiente se echó la responsabilidad a la espalda para transformar un lejano triple que restableció el orden y volvía a dejar claro a los turcos que iban a necesitar mucho más para evitar el triunfo alavés.
Con el depósito de confianza absolutamente rebosante, Ibon Navarro optó por mantener al americano en pista hasta el final en detrimento del titular Heurtel y la apuesta no pudo salirle mejor. Dos rebotes, otros dos tiros libres transformados, una canasta para asegurar la renta (80-86) y la guinda de la carambola final para cerrar el marcador en el último segundo le convirtieron en el segundo baskonista más valorado (15) con apenas once minutos de juego y, sobre todo, en el héroe contra todo pronóstico.