Vitoria - Renacido, más vivo que nunca y con las opciones intactas para prolongar su aventura en la Euroliga. Hacía tiempo que el Laboral Kutxa no formaba como ayer una piña inquebrantable con su sufridora afición mediante un matrimonio sin fisuras y no se sacaba de la chistera una actuación tan completa. Era el momento propicio para resucitar, combatir con acierto la ansiedad generada por las recientes dolorosas derrotas por la mínima y recuperar el crédito con un técnico de la casa que ha devuelto el aire fresco al vestuario. Pues bien, la revitalizada tropa vitoriana lo consiguió a lo grande ante el líder imbatido del grupo D.
El Olympiacos acabó empequeñecido ante un feroz e impetuoso anfitrión que le borró de la pista a base de un baloncesto coral y rebosante de corazón. Las buenas sensaciones no sirven para nada si no vienen acompañadas del analgésico de la victorias y el Baskonia se liberó con un éxito redentor que le permite agarrarse con fuerza a la Euroliga. Tres derrotas consecutivas le habían asomado al abismo de la eliminación, pero el subidón de adrenalina experimentado ante los griegos abre nuevamente de par en par las puertas de la siguiente ronda. El calendario no es propicio con dos salidas a Estambul y Belgrado, si bien el plantel ya carece del rostro depresivo y melancólico de semanas atrás. Un mérito atribuible a Ibon Navarro, que ha impuesto sensatez al frente del timón.
El colectivo blando y apático de tantas y tantas jornadas desde el arranque de curso dio paso a otro encorajinado y con sangre en los ojos. La transfusión sanguínea fue de tal calibre que un triple campeón de la máxima competición llegó a ser despedazado con desventajas insólitas (66-46). El conjunto heleno no se dejó precisamente los brotes de dureza en el vestuario y opuso muchas de las armas que le han convertido en un gallito europeo, pero se fue dejando llevar a medida que transcurrían los minutos cuando se cercioró del hambre y motivación de los locales.
Obligado por las circunstancias y sin margen de error, el Baskonia compitió con el vigor e intensidad que requería una de las últimas oportunidades para reengancharse a la pelea por el Top 16. En una velada sin retorno donde el Buesa Arena recobró por momentos el efecto intimidatorio del pasado, dio con la tecla para domar con suficiencia a un Olympiacos que no compareció como turista pese a tener sus deberes hechos y vendió cara su piel con un tipo descomunal (Spanoulis) en nómina. Dos tapones iniciales de Shengelia y Iverson marcaron el camino a seguir y constataron el espíritu aguerrido de un bloque vitoriano que se resiste a perder su plaza entre la flor y nata continental.
Emergió una de las mejores versiones azulgranas de la presente temporada. Con bajas sensibles en su engranaje como Printezis y Lojeski, reservado por Sfairopoulos, la formación griega destapó su vulnerabilidad. Sin embargo, nunca dijo su última palabra de la mano de su grandiosa estrella Spanoulis y Dunston, convertido en una pesadilla bajo los aros para Iverson. Tan sólo un parcial de 0-7 al inicio del último cuarto puso un halo de incertidumbre a una victoria incontestable y de calado.
Agarrado a la notable dirección de Heurtel, el infatigable despliegue de Causeur, el instinto asesino de Bertans, la casta de San Emeterio, el desconocido espíritu guerrillero de Shengelia y la munición interior de un desequilibrante Begic, el Laboral Kutxa halló resquicios para doblegar a un rival que acabó desquiciado. Porque el pique Heurtel-Spanoulis y el mal perder de los griegos, traducido en técnicas a Sfairopoulos y Agravanis -por no mencionar las incesantes protestas de su protegida estrella-, agonizaron el desenlace de un encuentro balsámico. Mucho tiempo después, el Buesa vibró con un anfitrión recuperado para la causa que todavía tiene tiempo para recuperar el terreno perdido. Un buen punto de partida que, eso sí, necesita su continuidad en los próximos envites.
Sangre en los ojos. Consciente de que podía ser la última oportunidad para agarrarse a la Euroliga, el Baskonia compitió con el vigor y la intensidad que requería la ocasión. Los alaveses borraron del mapa a un Olympiacos algo relajado que acusó sus bajas.
Trabajo coral. Todos los peones de Ibon Navarro aportaron su granito de arena para tumbar al coloso heleno. La cara melancólica y depresiva de jornadas precedentes dio paso a otra más consistente.
Desigual necesidad. Mientras el Laboral Kutxa se jugaba la vida en un partido sin retorno, los griegos -ya clasificados y líderes- se dejaron llevar en algunos tramos de la contienda.