Vitoria - Si algo ha caracterizado hasta el momento al Baskonia en la presente temporada es su peligrosísima -y en la mayoría de las oportunidades desquiciante- afición a jugar a la ruleta rusa con el lanzamiento de larga distancia. Con un juego exterior en el que abundan los pistoleros de dedo fácil (escasos de puntería por ahora), la escuadra vitoriana acostumbra a acumular lanzamientos triples de manera espectacular olvidándose por completo de otra de las grandes vías para tratar de desbaratar la defensa de cualquier rival, la interior. Los pívots se limitaban a trabajar en bloqueos y rebotes pero sin ser apenas utilizados como posibles anotadores. Una circunstancia que los adversarios no tardaban en descubrir pudiendo centrarse en la defensa de los pequeños dejando más libres a unos pívots que no recibían pases cerca de canasta.

Pues bien, el duelo de ayer ante el Neptunas sirvió para que, al menos, se vislumbrara un atisbo de cambio de tendencia. De la mano de Ibon Navarro en el banquillo, el Laboral Kutxa sí parece querer hacerse importante en la pintura. De esta manera, especialmente en los mejores minutos baskonistas en Klaipeda, el juego interior alavés dio un paso adelante.

Un avance personificado fundamentalmente en tres jugadores y en diferentes momentos. Colton Iverson fue prácticamente el único sostén ofensivo del equipo durante el primer cuarto y aportó siempre su habitual trabajo y defensa. Cuando se encaminó al banquillo para disfrutar de su primer descanso, se produjo la segunda nota positiva y probablemente también la más inesperada. Después de pasarse prácticamente todo el curso relegado al ostracismo el joven Ilimane Diop se convirtió en el primer relevo interior y durante los casi seis minutos que estuvo en pista fue importante para el grupo (4 puntos, 3 rebotes, 1 asistencia y 10 de valoración).

El tercero en discordia fue el recién llegado Mirza Begic. Pese a ser el último en entrar en escena y a no conocer a sus nuevos compañeros, el esloveno demostró que su presencia física puede ser muy beneficiosa para el Baskonia a partir de ahora. Sus 216 centímetros se convirtieron en defensa en una intimidación insuperable por momentos para el Neptunas y, además, obligó a los lituanos a prestarle la máxima atención cerca de su aro propiciando una mayor libertad para los exteriores azulgranas -que desgraciadamente no supieron aprovechar-. Pese a los intentos por pararlo, Begic campó a sus anchas en la zona y dejó señalesmás que esperanzadoras para el futuro.