Cuando algo más de media hora antes del inicio de la contienda Ibon Navarro piso el parqué del Buesa Arena por primera vez como máximo responsable técnico del Baskonia, los pocos espectadores que estaban en las gradas le tributaron una calurosa ovación que dejaba claro que el vitoriano cuenta con el apoyo de la afición para que este inesperado ascenso no se quede en flor de un día. Un cariño que, sin duda, ayudaría a calmar los nervios de un técnico que se aprestaba a vivir una noche que seguramente recordará toda su vida.

Con el traje oficial impoluto y sin afeitar, el preparador alavés fue dejando pasar los minutos hasta que, a las nueve, el balón por fin se lanzó al aire y comenzó la acción. Con ello, se disipó una de las dudas que estaban por resolver. El quinteto inicial azulgrana -Heurtel, Causeur, San Emeterio, Shengelia y Iverson- dejó claro que no se iniciaba ninguna revolución. Al menos, de momento.

Y esa es probablemente la principal lectura que deja el estreno de Ibon Navarro en el puesto de primer entrenador. Apuesta por la continuidad. Algo lógico, por otra parte, considerando que apenas habían transcurrido cuarenta y ocho horas desde que se certificó la destitución de Marco Crespi. De esta manera, a lo largo de los cuarenta minutos de contienda ante el Gipuzkoa Basket se mantuvo buena parte de la esencia mostrada por el colectivo alavés en comparecencias precedentes. Tanto en lo bueno como en lo malo.

Así, al acierto en algunos aspectos del juego que le llevó a hacerse con un triunfo imprescindible ante un adversario muy mermado, añadió muchos de los mismos errores y desconexiones que le han penalizado gravemente hasta ahora. Especialmente en los dos primeros cuartos, en los que las pérdidas se sucedieron de manera inexplicable y la laxitud defensiva volvía a poner una alfombra roja al rival hacia la canasta local del Buesa.

En la banda, Ibon Navarro permaneció en pie prácticamente durante todo el encuentro y no escatimó en gestos que delataban la intensidad con la que estaba viviendo su estreno. Salvo algunas pequeñísimas variaciones, la rotación de los jugadores y la dirección del partido mantuvieron también la pauta de su predecesor. Incluso conservó también una de las costumbres implantadas este año por Marco Crespi. Así, en no pocas ocasiones, aprovechó los cambios o algún pequeño parón del juego para mantener charlas individuales con algún jugador y transmitirle las correcciones oportunas. En definitiva, un primer examen superado que habrá que ver si tiene continuidad.

El base francés del Baskonia alcanzó ayer esta cifra en el derbi disputado ante el Gipuzkoa Basket. Tras recalar en el Buesa Arena en el verano de 2011, cumple su cuarta temporada en Vitoria tras militar antes un año en Alicante en las filas del Lucentum.