Está demasiado acostumbrado últimamente el Baskonia a sufrir decepciones y quizás por ello el estreno de su último fichaje aparecía rodeado de bastantes más interrogantes de las esperadas en un hombre de la trayectoria de Sasha Vujavic. Ocho temporadas en la NBA, dos anillos de campeón de la mejor liga del mundo y una muñeca mortífera se antojan avales más que suficientes para cualquiera y, sin embargo, eran pocos los que apostaban por un buen arranque de su etapa en el Laboral Kutxa.
Unas incógnitas que no pesaron lo más mínimo en el ánimo del esloveno. Porque tras ver los primeros minutos de la contienda desde el banquillo, Marco Crespi le concedió la alternativa a falta de 3.08 para la conclusión del cuarto inicial. Lejos de acusar el nerviosismo o tomarse un pequeño periodo de aclimatación, Vujacic quiso dejar claro a las primeras de cambio que la fama de killer que le precede no es en absoluta inmerecida. Así, en cuanto el balón llegó a sus manos, miró a la canasta y, sin dudarlo lo más mínimo, se elevó desde más allá de la línea de 6,75. El resultado, su primer triple como baskonista para igualar el marcador a 17.
A partir de ahi, se mantuvo en pista hasta el descanso ofreciendo sus mejores prestaciones. Porque antes del epílogo del cuarto inicial sacó dos faltas a su defensor y se convirtió en una pieza destacada del juego ofensivo local. Pese a acusar algún problema más en defensa, fue capaz de adaptarse perfectamente al grupo pese a haber completado apenas un par de entrenamientos con sus nuevos compañeros.
El buen arranque le dio confianza y en el segundo cuarto volvió a demostrar su fiabilidad desde la larga distancia con dos nuevos triples y una canasta de dos, siendo el sostén en ataque del grupo. Bien es verdad que en los últimos minutos de este cuarto acusó el cansancio y cometió más errores de los necesarios pero, aún así, fue el mejor baskonista al descanso con trece puntos y catorce de valoración.
Tras el paso por los vestuarios, su protagonismo disminuyó y, mediatizado probablemente por su condición física, no asumió tanto peso en el juego ofensivo. Se esforzó de lo lindo eso sí en las tareas defensivas y aunque tenía la amenaza de la cuarta falta pendiendo sobre su cabeza no se escondió y fue un aceptable secante para sus pares.
Pero si hay algo que demuestra bien a las claras lo esperanzador de su estreno es que, tras llevar varios minutos en el banco, Crespi decidió echar mano de su muñeca en el último minuto y con el marcador igualado. Finalmente no fue el esloveno el autor de la canasta del triunfo pero su presencia en el parqué obligó al Galatasaray a modificar su defensa. En definitiva, un estreno notable que debe tener continuidad en capítulos posteriores.