vitoria - El angelito en cuestión pesa 130 kilos y mide 208 centímetros. Muchos le ven, por su tremendo parecido físico y la forma de desenvolverse sobre la cancha, como un clon del descomunal Sofokles Schortsanitis. El juego interior del Baskonia pasará esta noche una exigente reválida ante un tipo corpulento como Nathan Jawai, un gigante que detrás de esa apariencia de pívot robusto e indestructible también esconde una fragilidad que ha estado a punto de arruinar su carrera como baloncestista.
Hasta los atletas más voluminosos e inabarcables de la tierra, con músculos de acero esculpidos a base de horas y horas en el gimnasio, son de cristal y vulnerables a toda clase de lesiones o problemas de tipo coronario. Los peores que pueden aquejar a un deportista de élite y que se han cobrado en el pasado desgraciadas muertes súbitas (Dani Jarque o Antonio Puerta) o precipitado la prematura retirada de otros rostros conocidos del deporte. El fornido poste australiano, primer aborigen en jugar en la NBA, ha vivido varios incidentes desagradables en este sentido. El último tuvo lugar hace un año tras endosarle 22 puntos al Olympiacos en la segunda jornada de la primera fase de la Euroliga.
Al día siguiente de aquella álgida velada, Jawai comenzó a sufrir mareos y vértigos, además de perder la sensibilidad en su brazo izquierdo y entumecérsele también una pierna. Después de que una ambulancia le recogiera en su casa, fue hospitalizado en la UCI de un hospital de Estambul. Las primeras noticias hablaron de la posibilidad de un infarto y la necesidad de realizar una intervención quirúrgica de urgencia, pero a la postre sería una falsa alarma.
Finalmente, el problema no pasó a mayores y se encontró un diagnóstico para la patología que obligó a Jawai a permanecer unos días en observación. Los médicos confirmaron que la causa de la dolencia fue una oclusión vascular a causa de un traumatismo en la zona del cuello, originado por un golpe en pleno partido. Pese a las buenas noticias, no se libraría el internacional australiano de un tiempo de baja cercano a los seis meses. En cualquier caso, no era el primer aviso que le daba su cuerpo, ya que en 2008 se le descubrieron problemas leves de esta índole cuando pertenecía a los Raptors que le hicieron parar unas semanas antes de volver a la acción.
En búsqueda del ritmo ideal de competición, Jawai se está viendo desplazado hoy en día en la rotación interior del Galatasaray por dos clásicos del baloncesto turco como Aldemir y Gonlum, el rocoso griego Vougioukas y el talentoso serbio Erceg. En el Buesa Arena también se le recuerda por su etapa en el Barcelona en la temporada 2012-13, donde se proclamó de Copa y subcampeón de la ACB. Aquella final ante el Real Madrid la siguió por televisión tras sufrir una grave lesión en la planta del pie derecho.
El aussie se mueve con una electricidad pasmosa en las dos zonas pese a su temible envergadura y dinamita muchos planteamientos defensivos de los rivales. A menudo, incluso finaliza contragolpes como el clásico trailer. “Mucha gente me ve gordo o grande, pero yo sólo puedo responder que he sido bendecido. Simplemente nací así”, confiesa.
El baloncesto no representa su única devoción. No en vano, es un atleta nato que ha practicado otros deportes. Hasta los 17 años hacía placajes en el rugby, una religión en Australia, hasta que su tamaño le destinó al baloncesto de élite. Rookie del año en la Liga australiana en 2008 y escogido por los Indiana Pacers en el draft de la NBA del mismo año, dejó atrás su vida anterior. Jawai nació en Bamaga, un pueblo de menos de 800 habitantes al norte de la península del Cabo York, donde la disciplina familiar fue clave para evitar unas calles demasiado conflictivas por el alcohol y las drogas. En 2010 abandonó Estados Unidos y dio el salto a Europa. Primero jugó en el Partizán de Belgrado (10-11) y después en el Unics Kazan (11-12) antes de su periplo en la Ciudad Condal.