vitoria - Las presentaciones de cualquier nuevo fichaje, sean del deporte que sean, suelen ser estar siempre teñidas de buenas palabras, alegatos de fidelidad, discursos eminentemente políticos y declaraciones de amor platónicas que, a menudo, resultan empalagosas y sirven al protagonista para ganarse el fervor de la cátedra antes de comprobar sus evoluciones sobre la cancha. La de Sasha Vujacic ayer en el Buesa Arena no fue una excepción. A sus 30 años, habiendo vivido ya su etapa más dorada, el exterior esloveno puede sacar pecho y presumir de ser todo un bicampeón de la NBA con los Lakers -siendo, eso sí, un secundario a las órdenes de Phil Jackson y con contados minutos de media en un grupo repleto de púrpura- y sus bolsillos se encuentran llenos de dinero tras una larga carrera al otro lado del Atlántico, pero no es menos cierto que su carrera en los últimos años describe una clara línea descendente.

Todo esas dudas quiere borrarlas de un plumazo un jugador que, hasta la llamada del Laboral Kutxa, nadie había requerido sus servicios ni en Estados Unidos ni en un grande de la Euroliga debido a las dudas que genera su inactividad del año pasado. Porque en un club como el de Josean Querejeta que lleva infinidad de tiempo dando palos de ciego en materia de fichajes, el esloveno constituye otra apuesta de riesgo para cambiar la inquietante inercia que preside estos albores de curso y un gancho para tratar de llevar más aficionados a las gradas de Zurbano.

En Vitoria, Vujacic desea subirse a uno de los últimos trenes para recuperar su espacio entre la flor y nata continental. De su hambre y ambición dependerá básicamente la posibilidad de reverdecer viejos laureles. “Estoy emocionado de estar aquí. No necesito hablar de este club, de su historia ni de sus éxitos. Tengo muchas ganas de afrontar este reto”, declaró en primera instancia el exterior nacido en Maribor (Eslovenia), que se encontraba sin equipo tras una última campaña donde apenas disputó siete encuentros entre los Angeles Clippers y el Reyer Venezia. Ante todo, se trata de un tirador bastante intermitente que en el Efes fue apartado por motivos disciplinarios.

La fallida apuesta por Orlando Johnson, con el que el Baskonia negocia la rescisión de contrato, ha dado en la capital alavesa con los huesos de un escolta cuyo rendimiento es una incógnita por el tiempo que lleva parado. El club vitoriano confía en que el balcánico sepa dotar a la ofensiva azulgrana de la pólvora y dinamita añoradas hasta la fecha por la falta de adaptación del estadounidense. “He trabajado duro todo el verano y me encuentro bien físicamente. Estuve esperando la oportunidad correcta. Aunque no he hecho muchos entrenamientos con el equipo, daré lo máximo que pueda”, reconoció Vujacic, esperanzado en ser “una parte más del equipo”, sorprendido agradablemente por “la intensidad de los entrenamientos” y convencido también de que “los equipos ganan los partidos, no un jugador concreto” como parte de su filosofía de este juego.

Acusado por sus detractores de tener un carácter algo díscolo y no ser el mejor compañero posible en otros vestuarios donde ha militado, el esloveno sacó las uñas y defendió a capa y espada su personalidad. “Desde que era un niño, quería ser el mejor y ganar. Como no deseaba ser un mediocre, siempre debía trabajar duro. Mi gran sueño fue ganar el título de la NBA con los Lakers. Mucha gente se reía de mí, fui allí y lo conseguí”, evocó un escolta que lógicamente también se vio sometido a una alguna pregunta comprometida tras su paso por Turquía.

Su etapa en el Efes, convertido en aquella época en un cementerio de elefantes y donde el altruismo brillaba por su ausencia dentro de la plantilla, representa un lunar en su carrera. “Ir allí fue un gran error”, no tuvo reparos en confesar el flamante fichaje baskonista hasta final de temporada y que lucirá el número 18. “Es todo muy distinto a España. Tuve cuatro entrenadores en dos años cuando los siete antes había tenido sólo uno y quizá el mejor del mundo -en alusión a Phil Jackson-. La gente que me conoce sabe que yo quiero ganar, trabajo horas extras en el gimnasio y pongo lo mejor de mí al servicio del equipo. Es cierto que pido mucho a mis compañeros y eso a veces es difícil”, justificó.

A diferencia de Orlando Johnson, en ningún momento creó falsas expectativas durante su presentación ni garantizó un álgido manantial anotador. Se definió Vujacic en todo momento como “un jugador de equipo que quiere ganar siempre”, de ahí que no atesore las características de otros compulsivos pistoleros azulgranas del calibre de Igor Rakocevic o Arvydas Macijauskas. En su caso, dejó entrever que sumará en muchas facetas sin llevar la voz cantante en ataque. “Para ganar partidos, hay que defender duro. El coach nos está pidiendo el pase extra. Siempre me gustan los dos últimos minutos y, si hace falta, me jugaré el tiro decisivo. Al final, se trata de dejar el corazón sobre la cancha. El basket no es solo meter puntos, sino jugar bien como colectivo y hacer el tipo de correcto de juego”, desgranó el balcánico, quien también alabó “el ambiente sano” que se ha encontrado en su nuevo vestuario.

De sus nuevos compañeros en el Baskonia, por último, Vujacic aseguró no tener un exhaustivo conocimiento. A la vez, hizo hincapié en que el inquilino del Buesa Arena “es un grupo interesante, con talento y lo importante será estar conjuntados y conseguir grandes cosas”. Las mejores referencias del inquilino del Buesa Arena, afirmó, proceden de Stanko Barac. “Cuando estaba mal en Turquía, recuerdo que me dijo un día que viniera a España y jugara en el Laboral Kutxa. Tres años después, aquí estoy”, concluyó el balcánico, el nuevo rostro de la ilusión del baskonismo.