Mejoría insuficiente. Si el Baskonia se desangró en Andorra por su desidia defensiva, esta vez el técnico italiano planteó un buen partido desde la pizarra. Maniató a la principal estrella local (Spanoulis) y dio toda su confianza a Perkins en la dirección. Lástima que el plantel vitoriano adoleciera de ideas en ataque, pegada e instinto asesino para obtener la recompensa a su buen trabajo en El Pireo.

Hay oportunidades pintiparadas que se marchan al limbo y de las que uno corre el riesgo de acordarse más adelante cuando le entran las apreturas clasificatorias. Ojalá que no pase factura dentro de unas semanas la ausencia de instinto asesino acreditada en El Pireo, testigo de un encuentro fantasmagórico y de una calidad infame entre dos clásicos de la Euroliga venidos a menos. Reinó el menos malo en una jornada que, al menos, sirvió para constatar que el Baskonia puede haber encontrado el camino si se desprende de algún bulto sospechoso (Orlando Johnson) y encuentra en el mercado un exterior que dispare la dinamita del plantel. No es la única carencia azulgrana, pero el bloqueo mental del estadounidense no deja ya otra salida que la rescisión de contrato.

Con todo, existió margen para la sorpresa. Se ahogó en la orilla una tropa vitoriana voluntariosa y todo pundonor, pero también inocente, miope y escasa de lucidez. Corregido un pecado mortal en Andorra como la desidia a la hora de proteger su aro, el Laboral Kutxa malvivió tanto por la nulidad de ideas como por su aciago y defectuoso punto de mira. Con unos dígitos tan escuálidos, soñar con la gesta de profanar la vacía cancha helena se convirtió en una quimera. Con la salvedad de que el Olympiacos también dejó entrever sus débiles costuras por toda la marejada a su alrededor, queda el consuelo de que el cuadro alavés no salió excesivamente dañado -los seis puntos de desventaja fueron incluso exagerados para lo que fue el choque- y abandonó la pista con la autoestima intacta tras los duros correctivos encajados hasta la fecha.

Muy pocas veces a lo largo de la historia podrá ganar el Baskonia con suficiencia en una cancha tan hostil como la griega, ayer eso sí desértica de aficionados por la triste respuesta de un Olympiacos desdibujado y fallón en estos albores de curso. Al Baskonia se le abrió el horizonte en Atenas para dar un paso de gigante hacia el Top 16 en la segunda jornada continental, pero no pudo dar el golpe de gracia con un triunfo a domicilio que le hubiese permitido transitar con algo de suficiencia en esta ronda inicial de la Euroliga.

El ímprobo esfuerzo defensivo resultó insuficiente para dar la campanada. Mejoró de forma ostensible atrás el Laboral Kutxa y dio la oportuna réplica al ejército comandado por un desconocido Spanoulis, aunque la escasa clarividencia en ataque le privó de redondear una noche gloriosa. En un final ajustado donde el generoso combinado local concedió infinidad de oportunidades, faltó un líder que opusiese las mínimas gotas de calidad y alguien que inyectase talento a un colectivo plano. Heurtel prolongó su pésimo estado de forma, Johnson echó más leña al fuego de su incierto futuro en Vitoria y Bertans, con una carta de tiro errática, tampoco dispuso de balas en el cargador para meter el miedo en el cuerpo a los griegos. El rigor táctico y el destajista esfuerzo sirvieron, a la postre, de poco ante la aciaga puntería y la anarquía en ataque, donde el encefalograma plano adquirió tintes sangrantes.

Fue un partido áspero, trabado y de perfil árido que se indigestó a los buenos paladares. Los errores y el juego subterráneo predominaron sobre la estética en una velada soporífera donde cada canasta se convirtió en un tesoro de un valor incalculable. El Baskonia ha arrancado la temporada dubitativo y exhibe grietas preocupantes, pero el Olympiacos no le va a la zaga con su estrella rutilante apagada (Spanoulis) y sin un capataz en la banda que imponga orden. Descabezado en el banquillo tras la marcha de Bartzokas, el gigante heleno dio síntomas de vulnerabilidad. Mucho tendrá que mejorar si quiere opositar al trono continental. Nunca habrá otra oportunidad tan favorable para hacer saltar la banca en La Paz y la Amistad, carente de presión ambiental.

Crespi desplazó a Heurtel y concedió la alternativa a Perkins en la titularidad. Con la inestimable colaboración de San Emeterio, el único con ráfagas de inspiración, el base estadounidense volvió a protagonizar los mejores fogonazos alaveses. Los cuatro triples materializados por ambos metieron al Laboral Kutxa en la pelea en el segundo cuarto. Tras un inquietante arranque, se cercioró entonces el grupo azulgrana de que el Olympiacos era un oponente humano y colocó infinidad palos en las ruedas de su gran estrella. Spanoulis constituyó un factor insignificante y tuvo que ser el elegante Lojeski, otro francotirador silencioso, quien resolviera el entuerto para el anfitrión.

Sin instinto asesino. El Baskonia cumplimentó una buena labor en Atenas amparado en su contundencia defensiva, pero se ahogó en la orilla ante su nula pegada en ataque. Faltaron referentes e ideas para dar la puntilla al anfitrión.

Errático acierto. Jugadores como Heurtel, Johnson y Bertans, llamados a generar peligro en la ofensiva, firmaron actuaciones decepcionantes. San Emeterio y Perkins fueron nuevamente los mejores en Atenas.

Un anfitrión desdibujado. El Olympiacos, sin entrenador y con su estrella melancólica (Spanoulis), justificó las razones de su mal arranque. Abandonado por su público, mucho tendrá que mejorar si quiere reverdecer viejos laureles.

Sus triples sostuvieron con vida al Baskonia. Junto con Perkins, fue el elemento azulgrana más estable en Atenas con un generoso derroche. Su mejor momento en mucho tiempo.