vitoria - Arrancó una nueva temporada con la gran esperanza de que el Baskonia rescatara del baúl aquel indomable espíritu competitivo extraviado en los últimos tiempos y, de momento, las sombras predominan sobre las luces cuando está a punto de cumplirse el primer mes oficial de competición. Una solitaria victoria en cinco partidos oficiales y la sensación de haber vivido este cuento otras veces con descompensaciones estructurales fácilmente detectables a simple vista.

Quedan muchos aspectos por pulir en la centrifugadora de Zurbano: una defensa de mantequilla, falta de rigor en el juego para desterrar la anarquía y los brotes de individualismo, carencia absoluta de automatismos y química entre los jugadores... Con una fisonomía para la ACB y otra bien distinta para la Euroliga, transitando por las dos competiciones con un exceso de equipaje -14 jugadores se mantienen a las órdenes de Marco Crespi- que no ayuda a dar estabilidad al colectivo y con el enigma del incierto futuro de Lamont Hamilton, recuperado ya de la lesión pero todavía fuera de las convocatorias, el Laboral Kutxa continúa en el taller sin la indispensable vitamina de los resultados positivos para ir forjando su crecimiento.

Más allá de la inconsistencia y las lagunas en todas las facetas, también está quedando meridianamente claro en estos albores de curso la falta de pujanza de los nueve fichajes acometidos por Josean Querejeta en el pasado mercado estival. Únicamente se libra de las sospechas Davis Bertans, un artillero de lujo que ha elevado sobremanera la munición azulgrana en el perímetro. Hacía años que el Buesa Arena no disfrutaba de un francotirador de estas características, arrebatador a la hora de salir del bloqueo, armar el brazo y ejecutar esas plásticas suspensiones desde los 6,75 metros. Exceptuando la clase y elegancia del letón, no hay excesivas alegrías que llevarse a la boca visto el rendimiento de otras piezas huérfanas de empuje. La ansiada savia fresca todavía no se deja sentir y eso es un lujo que no se puede permitir un club que decidió revolucionar todas sus líneas para intentar colocarse cerca de los mejores.

americanos sin pujanza En la dirección se sigue esperando al mejor Doron Perkins. El estadounidense, pendiente de conseguir el tono físico ideal, ha dejado como mejor contribución hasta la fecha la reciente segunda parte disputada en el Poliesportiu de Andorra. La necesidad de dar una vuelta de tuerca a la intensidad defensiva y la desidia de Heurtel le concedieron todo el protagonismo al comienzo de la segunda parte. El de Alaska cumplió su cometido a la perfección, pero ello no es óbice para asegurar que se esperaba mucho más de un base tan curtido en mil batallas y conocedor de todos los entresijos del baloncesto europeo. Esos veinte minutos no pueden enmascarar el irrebatible dato de que en los partidos anteriores ha naufragado a la hora de endurecerlos atrás, elevar la intensidad coral, avivar y dotar de criterio a la ofensiva.

En la cuerda exterior, un nombre propio centra las preocupaciones de todo el mundo: Orlando Johnson. El californiano, que tan solo actuó siete minutos en el Principado, continúa sin levantar el vuelo en los dos aros. Se esperaba de él que elevara la temperatura física y atlética del perímetro, pero de momento los deseos del personal se están quedando en agua de borrajas. Su escaso acierto en el tiro exterior le está restando gotas de confianza y desde atrás viene pegando fuerte ya Causeur con el fin de desplazarle del primer plano. Por fuera, el ostracismo de Mamadou Diop -reclutado por los rectores para cumplir los cupos en la ACB- es algo que no puede sorprender a nadie.

En el juego interior, el cúmulo de decepciones es si cabe mayor. Ninguno de los pívots en manos de Crespi está cubriendo el vacío dejado por dos figuras capitales como Nocioni y Pleiss. Las mayores esperanzas están depositadas en Tornike Shengelia, inmerso en su particular contrarreloj para adquirir la forma tras su grave lesión de tobillo. Con el serio inconveniente de haberse pasado en blanco los dos últimos años, el georgiano ha dejado eso sí alguna pincelada interesante. En su caso, las expectativas son altas y su alto caché le obliga a ponerse a tono cuanto antes.

En la posición de cuatro, Ryan Gomes y Kim Tillie ya están a su rebufo con todo merecimiento. El caboverdiano, con fecha de caducidad en Vitoria y obligado posiblemente a ganarse un contrato fuera del Baskonia, busca su lucimiento personal por encima del colectivo y eso se deja sentir en sus apariciones. En el caso del francés, un espectador de lujo en el pasado Mundial, está corroborando que no es un poste sobrado de músculo, dureza e intensidad bajo los aros. Esquiva el cuerpo a cuerpo y le gusta abrirse para lucir su muñeca como la gran mayoría, tal y como hacía en Murcia, pero la exigencia en el Buesa Arena carece de punto de comparación. Hasta ahora, el traje azulgrana le queda bastante grande.

Y, para acabar, dos cincos que se hallan a años luz de dotar de solidez a la pintura alavesa. Por lo visto hasta la fecha, Colton Iverson y DJ White no forman parte del reducido ramillete de hombres altos dominantes en el baloncesto europeo. El primero destaca más por su trabajo de brega e intendencia, pero atesora unas limitaciones sangrantes en ataque pese a su reciente buen papel en Andorra. El segundo, con un contrato temporada en el Buesa Arena que expira dentro de un par de semanas, tampoco está colmando las expectativas. Lo poco que ha enseñado es que adolece de talla física para pelear contra las grandes moles que irán apareciendo en la ACB y la Euroliga. En definitiva, un panorama inquietante que obliga a todo el mundo a redoblar los esfuerzos para atajar cuanto antes la espiral de derrotas en el torneo doméstico.