Vitoria - Por mucho que sea en la actualidad un bloque inconsistente, carente de química, falto de rodaje y con descompensaciones estructurales evidentes, hay partidos que el Baskonia está obligado a solventar por lo civil o lo criminal. El de esta noche es uno de ellos coincidiendo con el bautismo continental y debería suponer la primera victoria oficial en la presente temporada tras la doble derrota ante el Barcelona y el mal trago vivido el sábado ante el Unicaja.
Para abrir boca en una Euroliga rebosante de glamour y opulencia, aterriza esta noche en el Buesa Arena un debutante y la perita en dulce del grupo D. La visita del modesto Neptunas Klaipeda, subcampeón lituano en la pasada campaña tras sucumbir en la final ante el Zalgiris y actual colíder después de haber ganado los seis primeros duelos, servirá para dar el pistoletazo de salida a la primera fase. Encuadrado en uno de los lotes más asequibles, el Laboral Kutxa dispone de una oportunidad de oro para iniciar con buen pie un trayecto de diez jornadas que debería conducirle sin grandes sobresaltos hacia el Top 16 a poco que se imponga la lógica.
Empezar en casa y, siempre teóricamente, ante el rival más endeble constituye el escenario ideal que se le podría presentar a un conjunto enemistado, de momento, con el buen juego, la solidez defensiva y un mínimo grado de conjunción. El Baskonia sigue en el taller, necesitado de chapa y pintura para concretar roles e integrar a todas sus piezas, algunas con el cuentakilómetros prácticamente a cero (Shengelia y White) y otras bajo sospecha (Perkins, Johnson e Iverson) por su discreto rendimiento en estos albores de ejercicio.
El problema es que el calendario ya no concederá treguas a partir de ahora y la necesidad de dar pasos al frente resulta imperiosa para que las aguas no continúen bajando revueltas y los ánimos del entorno se apaciguen. Posiblemente lo que necesita este colectivo tan poco engrasado sea, por encima de la mejoría de su baloncesto, una victoria para adquirir algo de confianza y quitarse la pesada mochila de sus espaldas. En este sentido, la escasa identidad del Neptunas debería venir de perlas a los alaveses para iniciar la progresión hacia arriba.
Aunque no hay ningún motivo para sacar pecho y mirar por encima del hombro a nadie en este momento, un repaso al roster del cuadro báltico alimenta la obligatoriedad de dejar atrás la inquietante espiral de derrotas. Un hipotético error sería imperdonable, dispararía los nervios y obligaría a remar contracorriente en un grupo donde rascar algo positivo fuera de casa volverá a ser una ardua tarea. Y es que al Baskonia le esperan desplazamientos de lo más incómodos a lugares hostiles como El Pireo, Estambul, Valencia o Belgrado, de ahí la importancia de hacerse fuerte al amparo de su afición. Una cosa es que el Buesa Arena ya no ejerza el efecto intimidatorio de antaño sobre los forasteros y otra que -algo que sucede en la actualidad desgraciadamente- visitar la cancha vitoriana sea un recinto gélido, cada vez más desértico y sin presión procedente de las gradas en el que cualquier equipo haga y deshaga a su antojo.
Un rival sin altura El Neptunas debuta esta temporada en la Euroliga, atesora un único rostro conocido que para más inri salió por la puerta de atrás del Buesa Arena en 2009 (Mustafa Shakur) y su plantilla se encuentra plagada de lituanos anónimos. Eso sí, ninguno fue internacional en el pasado Mundial de España. La jerarquía de Pocius, Maciulis, Kuzminskas, los hermanos Lavrinovic, Valenciunas y compañía no fue discutida en los esquemas de Jonas Kazlauskas pese al buen papel desplegado la pasada campaña por los animosos jugadores de un conjunto tan desconocido para el público en general.
Dentro de las pocas referencias existentes sobre el rival azulgrana, se sabe que casi todos sus hombres poseen capacidad para lanzar desde más allá de 6,75 metros. Su escasa talla física es otro dato a tener en cuenta antes del salto inicial, ya que su pívot más alto mide únicamente 205 centímetros. Ingredientes ideales, por tanto, para vivir una plácida velada y dar por fin una alegría a la sufridora afición.