Vitoria - La pesadilla continúa. Otro ridículo imposible de ser digerido por alguien que siente los colores azulgranas. Nuevo capítulo de una decadencia cuyo final es imprevisible. ¿Cuántas afrentas más son necesarias para que ocurra algo? Un derbi desigual antes del salto inicial por las sensibles ausencias del Gipuzkoa Basket desembocó en el enésimo mal trago de una temporada para olvidar que amenaza ruina. Fue el justo castigo para un Baskonia penoso que no solo cosechó una derrota hiriente tras una primera parte infernal sino también perdió el basket average con un rival directo para la consecución del billete hacia las series finales por el título. El peligro no se puede disimular, aunque da la sensación de que en las entrañas del Buesa Arena nadie acierta a percibir la dramática situación de un equipo que produce lástima y da vergüenza ajena por su alarmante falta de ideas, su encefalograma plano y la mediocridad de varios integrantes que no deberían vestir esa camiseta ni un segundo más por una cuestión de higiene mental.
El drama sobrevuela alrededor de un conjunto concebido, supuestamente, para pelear con los grandes y que semana tras semana viene desangrándose de forma lastimosa. El Laboral Kutxa transita sobre un fino alambre y corre el riesgo de despenarse hacia el vacío ante la sorprendente inacción de una cúpula directiva que se resiste a tomar medidas drásticas para evitar un ridículo histórico. El último en destapar con todo merecimiento las miserias alavesas fue el Gipuzkoa Basket, que cosechó un triunfo conmovedor pese a comparecer cojo en la dirección, carecer de su cuatro abierto (Ramsdell) y sufrir el peaje de las faltas de su referencia interior (Doblas) desde el minuto 24. Un colectivo modesto pero modélico en cuanto a pundonor, riqueza táctica, dignidad y ambición que explotó durante toda la velada los cortes a la espalda de Heurtel gracias a la magnífica visión de juego del poste cántabro. De todas esas virtudes adolece el conjunto vitoriano, que siempre jugó a remolque y buscó infructuosamente la remontada a base de impulsos individuales dirigidos por el timonel francés.
Sabiamente dirigido por Sito Alonso, un técnico ambicioso y con muchos adeptos en el Buesa Arena que impartió una soberana lección para sonrojo de Scariolo precisamente en el lugar que podría acogerle en un futuro, el Gipuzkoa Basket rescató un éxito bañado con tintes épicos. Pese a afrontar los últimos minutos exhausto y con la lengua fuera por el cansancio de sus principales baluartes, resistió las acometidas de un Baskonia que se despojó las legañas demasiado tarde. El desconocido Hanley lideró el despegue antes del intermedio, aunque fue Javi Salgado quien cercenó las últimas esperanzas locales gracias a sus incesantes misiles desde más allá de 6,75 metros. Aunque duela decirlo, no habría sido justo conseguir tanto botín con tan poco esfuerzo y baloncesto.
Concedió tanto terreno (10-36) el Baskonia en los albores del choque que resultó una quimera darle la vuelta al partido. El paciente y sufridor azulgrana ha vivido numerosos bochornos en la presente temporada, pero lo ocurrido ayer en Zurbano rebosó el vaso de la paciencia de una masa social hastiada de lo que ven sus ojos. Solo habían transcurrido cuatro minutos cuando la música de viento comenzó a atronar con fuerza en un recinto desértico que ya no aguanta más ni a un técnico completamente superado ni a un colectivo de jugadores sin rumbo cuya falta de confianza y desorientación se traduce incluso en tiros al canto del aro impropios de profesionales.
El Baskonia, cuyos pecados hasta la fecha ya habían sido incontables, tocó fondo definitivamente en un derbi convertido en un sorprendente monólogo guipuzcoano. Fue una velada triste por la repugnante respuesta de un anfitrión descompuesto, perdido y roto que enervó al personal como nunca. Transcurren los meses y, lejos de detectarse algún tibio progreso que haga vislumbrar este final de ejercicio con algo de optimismo, el temor a quedarse fuera de los ocho primeros ya es latente.
Infame primera mitad. El Buesa Arena había asistido hasta la fecha a numerosos bochornos en la presente temporada, pero los kafkianos veinte primeros minutos de ayer merecen un capítulo aparte. El Gipuzkoa Basket llegó a mandar por 26 puntos (10-36) ante un Baskonia descompuesto y roto que no dio una a derechas.
Siempre a remolque. Por vergüenza torera y beneficiado por el paulatino cansancio de un forastero que se presentó en Vitoria con un único base (Javi Salgado) y vio cómo su pívot titular se cargaba con cuatro faltas en el minuto 24 (Doblas), el conjunto vitoriano fue limando poco a poco la abismal diferencia en contra. Sin embargo, el triunfo cayó con justicia del lado donostiarra.