vitoria - El baloncesto es uno de los deportes reyes de Turquía. A nivel masculino y, sobre todo, femenino, donde los éxitos de sus clubes están a la orden del día. La pasión por el juego se prolonga desde hace más de tres décadas. El último gran éxito de la selección otomana en el ámbito internacional, el subcampeonato mundial de 2010 conquistado como anfitrión del torneo tras perder la final ante Estados Unidos, aceleró la inversión a todos los niveles. A ello se suma que varios de sus jugadores más relevantes (Turkoglu, Kanter, Asik, Erden, Ilyasova...) ya han pasado o militan hoy en día en la NBA, de ahí el elevado número de adeptos.
Los clubes punteros están presididos por acaudalados mecenas con el dinero suficiente para reclutar a las grandes estrellas del baloncesto FIBA. La mayoría, sobre todo si ya tienen años a sus espaldas, se ven seducidos por ofertas multimillonarias que les sirven para vivir un retiro dorado y engordar la cuenta corriente sin que las expectativas vayan más allá de conquistar algún título a nivel doméstico.
A diferencia por ejemplo de la Liga ACB, cuyo prestigio empieza a estar por los suelos, Turquía tiene una de las ligas europeas más atractivas con instalaciones vanguardistas y un puñado de equipos de buen nivel -a los clásicos hay que añadir al Galatasaray, Banvit, Besiktas...- que compiten en la Euroliga y la Eurocup. Tampoco resulta baladí que la compañía aérea Turkish Airlines sea desde hace tiempo el principal patrocinador de la Euroliga, por lo menos hasta el año 2020, proporcionándole cuantiosos ingresos al organismo presidido por Jordi Bertomeu.
Frente a este panorama idílico, hay un dato demoledor. El balance de los equipos turcos en competiciones internacionales es paupérrimo. La Copa Korac del Efes Pilsen en 1996 constituye el solitario éxito mientras los directivos despilfarran verano tras verano ingentes cantidades de dinero. El conjunto cervecero también tiene el triste honor de haber sido la friolera de hace catorce años el único en clasificarse para una Final Four. Con la intención de invertir esta tendencia, el Fenerbahce -próximo rival del Laboral Kutxa en el Buesa Arena- se puso en las sabias manos del depredador Zeljko Obradovic, el gurú de los banquillos capaz de levantar ocho Euroligas en cuatro clubes distintos (Real Madrid, Joventut, Partizan y Panathinaikos).
de más a menos Tras poner fin a su longeva etapa de trece años en Atenas -donde ya carecía de medios para seguir engordando su glorioso palmarés- y tomarse un año sabático en su casa de Badalona para recargar las pilas, el preparador serbio dispuso de barra libre en Estambul para hacer y deshacer a su antojo. Con plenos poderes, no dudó en aceptar una proposición tentadora en todos los sentidos: un contrato para él de dos años a cambio de 3 millones de euros por cada uno de ellos y un astronómico presupuesto de 35 millones para dar todas las altas y bajas que quisiera. Un lujo solo al alcance de Zeljko.
El Fenerbahce pagó traspasos por Nemanja Bjelica (Baskonia) y Luka Zoric (Unicaja), invirtiendo entre ambos alrededor de 6 millones de euros entre el salario del primer año y las compensaciones a los clubes de origen. La joya de la corona sería el lituano Linas Kleiza, el baloncestista más caro de Europa que tras ser amnistiado por los Raptors firmó con la entidad presidida por Aziz Yildirim un contrato astronómico (3,3 millones de euros anuales).
Todo hacía indicar que este curso iría la vencida y que el Fenerbahce tutearía a los clásicos de la competición. Su extraordinario arranque, traducido en seis victorias consecutivas -una de ellas por 26 puntos ante el CSKA (86-60)-, venía a corroborar la aparente solidez de un proyecto faraónico que también se había asegurado la continuidad de otros primeros espada como Bogdanovic, McCalebb y Preldzic. Craso error. Las lesiones y el decepcionante rendimiento de algunas estrellas le han condenado. Y eso que sobre la marcha ha incorporado a Pierre Jackson y Blagota Sekulic, éste procedente del Iberostar.
Varios meses después, la suerte del cuadro turco está echada en esta Euroliga. Necesita un milagro para acceder a cuartos de final. Sus dos últimos partidos ante el Baskonia y Efes son de lo más asequibles, pero aun ganándolos sus opciones serán remotas. Solo se colará entre los cuatro primeros si el Panathinaikos y el Olympiacos pierden sus dos encuentros. El primero recibe esta semana al Unicaja y el segundo actúa a domicilio ante un desahuciado Efes antes de medirse entre sí en el Pireo. También quedará eliminado si los malagueños salen airosos de las dos últimas jornadas del Top 16, ya que el Fenerbahce tiene perdido el average con sus tres rivales directos por una plaza en el cruce previo a la Final a Cuatro. Por lo visto, ni el mayor coleccionista de títulos a nivel europeo es capaz obrar el milagro de hacer campeón a un club otomano.