Vitoria - Si en lugar del desangelado Buesa Arena en el que se desarrolló en la noche de ayer el encuentro la cita entre el Laboral Kutxa y el Valladolid se hubiese escenificado en cualquiera de los mucho más modestos pabellones que habitualmente acogen los partidos de las categorías inferiores, prácticamente nadie se habría dado cuenta de que los equipos que estaban sobre el parqué pertenecían a un torneo de un nivel, en teoría, muy superior. Porque el choque que puso punto final a la pésima racha de ocho derrotas consecutivas que arrastraba la escuadra de Sergio Scariolo no puede considerarse más que una caricatura cuya única lectura positiva es precisamente esa, el reencuentro con la victoria.
Necesitaba el Baskonia un golpe de confianza que se convirtiera en la piedra angular sobre la que comenzar a edificar su imprescindible reconstrucción y, sobre el papel, la visita del desahuciado colista de la ACB se antojaba la ocasión ideal. Ni el más pesimista se atrevía a poner en duda que el resultado final iba a ser favorable al cuadro local pero el asunto realmente importante era comprobar si el Laboral Kutxa mostraba indicios de una progresión tan necesaria como el oxígeno para poder afrontar el tramo final de la campaña con un mínimo de garantías.
Sin el paraguas que ha supuesto en las últimas jornadas el huracán provocado por el Efecto Odom, todas las miradas del escaso público que se acercó hasta el pabellón de Zurbano recaían sobre ese puñado de jugadores que hasta el momento han rendido muy por debajo de lo esperado y que se encontraban ante una ocasión única para reivindicarse. Así lo entendió también Sergio Scariolo que, de entrada, decidió dar descanso a Nocioni e introducir a Mainoldi en el quinteto inicial junto a Heurtel, Jelinek, San Emeterio y Pleiss. En el otro lado de la pista, Ricard Casas trataba de oponer un equipo mínimamente digno con los retales que le quedan en el vestuario después de las infinitas fugas que ha sufrido como consecuencia de los continuados impagos del club.
A simple vista incluso y antes casi de que los colegiados lanzasen el balón al aire, cualquier analista podía descubrir dos conjuntos de ligas bien distintas. Por ello, quien más quien menos esperaba un arranque demoledor del Baskonia que le permitiese zanjar la contienda a las primeras de cambio y poder dedicarse a partir de ahí a disfrutar viendo pasar los minutos hasta la conclusión del duelo.
Sin embargo, no fue ese el escenario. Los primeros minutos ofrecieron un inesperado equilibrio y no precisamente por que el Valladolid mostrase un salto espectacular en sus prestaciones sino todo lo contrario. El Baskonia decidió adaptarse a su oponente y se pudo ver un baloncesto de patio de colegio impropio de una competición que se precia de estar entre las mejores del continente como es la ACB. En cualquier caso y por el propio peso de la inercia y de la lógica, el conjunto vitoriano fue abriendo brecha en el marcador hasta alcanzar el epílogo del primer cuarto con una cómoda ventaja (25-14). Una renta de nueve puntos que fue el colchón sobre el que dosificó sus esfuerzos hasta hacerse con el obligado triunfo en la media hora restante.
Y eso fue todo. Porque aquel que esperase pasos adelante de aquellos que atraviesan sus horas más bajas o, como mal menor, espectáculo con el que aderezar un plato de muy difícil digestión, se quedaron con las ganas. Scariolo repartió los minutos con generosidad entre las piezas menos habituales de la plantilla -Hodge, que estaba en su último encuentro como baskonista no actuó ni un segundo- y abrió la puerta a que le reclamasen más cuota de protagonismo. La respuesta, en cambio, ofreció muchas más interrogantes que certezas.
En definitiva, que los minutos fueron transcurriendo hasta llegar al epílogo -la mejor noticia probablemente para todos los aficionados que lo sufrieron- de un duelo absolutamente anodino que, pese a la victoria, puede considerarse una ocasión desaprovechada para el Laboral Kutxa. Lo de ayer, no pasa de una caricatura de partido por las extremas limitaciones que presentaba un adversario agonizante a la espera únicamente de que se certifique oficialmente su defunción pero, a partir de ahora, ya no habrá más entrenamientos como éste. Así pues, y a la espera de lo que pueda aportar Odom, la reacción y el crecimiento del equipo debe ser inmediato.
Sin adversario. Las extremas limitaciones que presenta un equipo desahuciado desde hace mucho tiempo como el Valladolid motivaron que el Baskonia jugara ayer únicamente contra sí mismo. Sin una mínima oposición enfrente, el equipo tampoco fue capaz de transmitir buenas sensaciones y generar más confianza en su juego.
Reparto de minutos. Scariolo dio protagonismo a los menos habituales buscando que dieran un paso al frente en sus prestaciones y, desgraciadamente, casi ninguno aprovechó la oportunidad.
El jugador alemán fue dueño y señor de ambas zonas y ejerció su dominio ante adversarios que apenas podían plantearle la más mínima oposición. Firmó dobles figuras.