Vitoria - Sin tiempo para cicatrizar las heridas continentales provocadas por el Fenerbahce, el Baskonia busca esta tarde un imposible ante una insaciable máquina de desfigurar rivales y romper récords. El Real Madrid, favorito a todo en la presente temporada, ganador ya de dos títulos (Supercopa y de la Copa del Rey) y con una única derrota a sus espaldas ante el CSKA tras varios meses de competición, amenaza con agudizar el pésimo estado físico y anímico de un equipo que hoy se expone a padecer al amparo de sus aficionados una escabechina si no exhibe un mínimo ardor guerrillero. Para combatir la depresión y tratar de salir del agujero negro en el que se hallan inmersos técnicos y jugadores, aterriza en el Buesa Arena el peor forastero posible. Un rival cautivador que enarbola desde hace meses la bandera del espectáculo allá por donde pisa, contagia por su romanticismo, despliega un baloncesto de muchos quilates que nadie contemplaba hacía años, invita a pagar una entrada para asistir al desenfreno anotador de sus virtuosos -encabezados por el Chacho- Rodríguez y representa un quebradero de cabeza para cualquier colectivo depresivo y melancólico como es hoy en día el alavés.

El recinto de Zurbano acoge un clásico venido a menos. La imparable decadencia azulgrana contrasta con la incontenible efervescencia merengue, inoculada para más inri por un técnico nacido en Vitoria. Dos pesos pesados que no hace mucho protagonizaban épicas batallas viven hoy en día realidades opuestas, de ahí la teoría instalada en el entorno de que el Laboral Kutxa acude hoy al matadero para ser literalmente despellejado. La crispada grada del Buesa Arena, donde el mal rollo va in crescendo a medida que avanza una temporada penosa desde todos los puntos de vista, perdona muchas cosas, pero nunca la falta de compromiso, entrega y competitividad de las que viene haciendo gala un plantel carcomido por culpa de las lesiones, las limitaciones y un pernicioso acomodamiento ante la nula exigencia desde el banquillo. Nadie exige una victoria ante un rival de otro planeta e inalcanzable no solo para el Baskonia sino también para la práctica totalidad de equipos continentales, pero sí un derroche de intensidad y sacrificio que evite otro esperpento como el vivido hace 48 horas en Estambul. Ante los ojos de la afición, dejarse llevar está prohibido.