Impotencia. Una cosa es que el equipo sea limitado y esté sufriendo una desafortunada plaga de lesiones, y otra que su discurso no irradie nada de ambición y varios jugadores de la plantilla estén complemetamente acomodados gracias a sus excusas antes y después de los partidos. El italiano se encuentra obligado a levantar el ánimo de un grupo moribundo que adolece de un mínimo espíritu competitivo.
vitoria - Vergonzosa pesadilla en Turquía, testigo ayer del último bochorno azulgrana. El insoportable descenso a los infiernos del Baskonia se mantiene invariable. El problema reside en que, cuando uno cree que este moribundo equipo ha tocado fondo y ha pasado lo peor en una temporada ciertamente para olvidar, emerge un episodio todavía más desalentador. Transcurren las semanas y las sensaciones que transmite un otrora gallito del Viejo Continente son tétricas, descorazonadoras y lastimosas. Quien fuese en su día una de las alternativas al poder establecido, un club modélico que suplía su falta de medios económicos con una ejemplar política de fichajes y una gestión brillante, se desangra hoy en día a pasos agigantados y continúa dejándose gotas de ese prestigio que tanto le costó labrarse por todas las canchas continentales. Ni la interminable epidemia de lesiones ni la evidente superioridad de un Fernerbahce con los colmillos bien afilados para recomponer su maltrecha figura en este Top 16 justifican esperpentos como el acontencido en el Ulker Sports Arena, donde quedaron enterradas las remotas opciones de reengancharse a una Euroliga que ya contabiliza cinco derrotas consecutivas.
Sigue la caída en picado de un plantel melancólico y abúlico que no levanta cabeza, reo de unas limitaciones desesperantes y que se deja pisotear por cualquier rival, ya de la aristocracia o de la clase obrera. Huérfano de sangre en sus venas, sin una pizca de orgullo y esa imprescindible vergüenza torera que debe abanderar a cualquier grupo profesional cuando las cosas vienen mal dadas, el Laboral Kutxa fue un juguete en manos de un voraz anfitrión turco que, si bien tampoco estaba para echar cohetes antes del salto inicial, agradeció sobremanera la apatía azulgrana para darse un baño de autoestima. Tras el efímero sueño copero vivido en Málaga, el retorno a la Euroliga devolvió a todos a la cruda realidad. Un suplicio en toda regla a orillas del Bósforo que retrata la triste deriva de un conjunto con la confianza por los suelos, resignado a su suerte y rebosante de bultos sospechosos que en otros tiempos de mayor bonanza económica no hubiesen soñado nunca con vestir una camiseta como la vitoriana.
ejercicio de impotencia En un partido más propio del All Star de la NBA, donde hubo barra libre para el desenfreno anotador local y presidido por las fraternales defensas visitantes, el Baskonia echó paladas de tierra sobre su ya de por sí menguada credibilidad como colectivo. A raíz del empate a 24, encajó una lluvia de golpes. Un demoledor parcial de 15-0 supuso el principio del fin. La tropa de Obradovic se gustó con un repertorio de canastas que ni el más optimista de sus seguidores hubiese soñado. El cinco inicial mantuvo a duras penas el tipo antes de que, ya con varios integrantes de la segunda unidad en pista, los excelsos pistoleros del Fenerbahce -léase Bogdanovic, Preldzic McCalebb y el propio Nemanja Bjelica- se hallasen ante un escenario idílico para exhibir su inagotable talento.
Si el precario estado físico de la plantilla demandaba un conmovedor ejercicio de sacrificio colectivo, la imprescindible piña para superar un momento de máxima adversidad, emergió un Baskonia patético, autocomplaciente, lastrado por una nula ambición y carente de fe para plantear algo de pelea. Hombres hechos y derechos contra niños de plastilina que recibieron una cura de humildad. El enésimo desencanto para una afición que asiste cariacontecida a una serie de escarnios para los que las altas esferas adolecen de antídotos en forma de alguna refrescante cara nueva. El calendario no ofrece tregua y las inminentes llegadas al Buesa del Real Madrid y del Barcelona provocan sudores fríos. Ya no es una cuestión de ganar o perder, sino de alcanzar unos mínimos en cuanto a competitividad e identidad como grupo. Y, tristemente, este desdibujado Laboral Kutxa constituye en la actualidad un cadáver deportivo.
Ni deseo ni juego. Cuando todo hacía indicar que el Baskonia ya había tocado fondo en la Euroliga, ayer se superó con otra actuación si cabe más calamitosa. Un equipo roto, sin orgullo y carente de ambición fue un juguete roto en manos de un voraz Fenerbahce que se gustó de lo lindo en una velada tormentosa.
Defensa de plastilina. Con una atroz desventaja física en todos los emparejamientos y una lentitud exasperante para realizar el balance defensivo, un patético Laboral Kutxa se desangró sin cesar a lo largo de cuarenta minutos lastimosos en cuanto a intensidad, sacrificio y dureza mental.
Su producción anotadora en los ocho minutos iniciales sostuvo a duras penas al equipo. Eso sí, terminó por contagiarse de la apatía generalizada y fue superado por el rocoso Zoric.