Málaga - Se esperaba como agua de mayo que Adam Hanga luciera sus muelles y explotara su primoroso físico tras una temporada en la que se ha visto martirizado por una epidemia de lesiones. El volador húngaro, al que su operación de rodilla, alguna rotura fibrilar y unos molestos golpes le han impedido alcanzar la continuidad soñada para justificar las elevadas expectativas con las que aterrizó el pasado verano en el Fernando Buesa Arena, firmó ayer su mejor actuación desde que viste la elástica azulgrana. Su irrupción resultó vital para que el Laboral Kutxa igualara la exuberancia física del Valencia Basket, uno de los conjuntos más fornidos y duros que pululan hoy en día por la Liga ACB como lo demuestra su segunda posición liguera.
Scariolo recurrió a sus servicios al poco de iniciar el segundo cuarto después de que su presencia en tierras costasoleñas permaneciera en el aire hasta el último momento. Sin embargo, durante los más de veinte minutos que le concedió el preparador transalpino apenas dejó rastro de dichos problemas. Al final del choque, acabó con unos números brillantes (8 puntos, 2 rebotes, 2 asistencias, 3 recuperaciones y 3 tapones para 10 de valoración), aunque en la estadística no aparecieron reflejados esos intangibles con los que soñaba la secretaría técnica azulgrana cuando decidió concretar su fichaje procedente del antiguo Manresa. Frente a un Valencia Basket que rebosa músculo por todos sus poros y cuenta con dos fuerzas de la naturaleza en el perímetro como Oliver Lafayette y Romain Sato, el exterior magiar sacó a relucir sus muelles para levantar murmullos de asombro entre el entendido público congregado en el Martín Carpena.
En varias ocasiones, Hanga se levantó majestuoso a una altura insospechada para frenar de raíz los intentos levantinos por anotar cerca del aro. Rafa Martínez y Ribas sufrieron las acometidas de un jugador que relegó por completo a San Emeterio en la rotación en los minutos calientes. Scariolo no dudó en premiar los méritos del húngaro concediéndole un protagonismo inesperado, aunque después de que el aro escupiera un triple suyo a falta de un minuto y medio para la conclusión -el marcador reflejaba entonces un apretadísimo 68-69 a favor de los alaveses- y cometiera la falta de la frustración, Jelinek salió en su lugar.