En la bolsa de apuestas para la inminente Copa del Rey prevista en el Martín Carpena de Málaga, que arranca este jueves, el Baskonia goza de un mínimo respaldo por parte de la cátedra. Casi nadie, posiblemente ni el más acérrimo de sus seguidores, se jugaría hoy mismo su dinero por el éxito en un torneo donde se necesita un grado de solidez colectiva que la tropa adiestrada por Scariolo no está ahora mismo capacitada ni preparada para alcanzar. La cotización azulgrana pierde enteros a pasos agigantados en vísperas de afrontar uno de los momentos más esperados de la temporada que siempre incentiva la ilusión de la afición. Y, prueba de ello, es la descorazonadora tarjeta de presentación de un Laboral Kutxa que sigue sin levantar cabeza tras encadenar cuatro derrotas consecutivas ante el Olympiacos, el Fuenlabrada, el Anadolu Efes y el Gran Canaria.

Solo un evento tan especial y traicionero como la Copa, famoso en el pasado por haber obrado la resurrección de conjuntos que llegaban envueltos en un mar de dudas y también haber cercenado las opciones de éxito de equipos inmersos en una dinámica victoriosa antes de su inicio, permite soñar en estos momentos de resignación e indiferencia entre la masa social. El baskonismo no gana para disgustos ante los miedos de un plantel limitado que, conforme avanza la temporada, emite unas pésimas sensaciones. Ni exhibe un patrón de juego definido, ni acierta a endurecer su defensa para poner trabas a los rivales ni tampoco consigue levantar el ánimo de algunos jugadores inoperantes cuya falta de confianza adquiere ya tienes sonrojantes. El margen de mejora en piezas aletargadas como Causeur, San Emeterio o Hamilton es infinito, mientras se espera de igual modo como agua de mayo el restablecimiento definitivo de un Hanga al que las lesiones están amargando su primera temporada en la capital alavesa. El volador húngaro es uno de los pocos susceptibles de elevar la temperatura física de un colectivo liviano que se desangra atrás por su extrema debilidad en el uno contra uno.

Solo el trío Heurtel-Nocioni-Pleiss sostiene a duras penas un edificio que, al menor soplido del rival, se desmorona. Las carencias son evidentes en todas las demarcaciones sin que la delicada tesorería del club deje margen para alterar el rumbo de los acontecimientos en forma de caras nuevas. Empezando por una dirección de juego donde la soledad de Heurtel no ha sido corregida con el aterrizaje de Poeta, siguiendo por una cuerda exterior donde la munición brilla por su ausencia y acabando en una pintura presidida por la escasa pujanza de Mainoldi y el bloqueo mental de Hamilton, casi nada funciona como debiera en el Baskonia a pocos días de un reto colosal. Con todos esos ingredientes, soñar con algo positivo en tierras malagueñas se antoja una quimera. Si el primer envite ante el Valencia Basket entraña una dificultad máxima y pondrá a prueba la madurez de un bloque melancólico, a continuación aguardarán el Barcelona y el Real Madrid en la tortuosa hoja de ruta hacia la séptima corona de la historia.