Vitoria. La calidad y el talento son los puntos de partida para marcar las diferencias en el deporte de la canasta, pero en el baloncesto el apartado físico siempre ha sido muy relevante a la hora de marcar diferencias. Los casos de jugadores no especialmente dotados desde el punto de vista técnico que han sido capaces de dominar a base de músculo son múltiples. El Laboral Kutxa sufrió ayer como nunca esa inferioridad física que tiene de partida con la confección de una plantilla muy deficitaria en este sentido y que lo nota más en la Euroliga y ante oponentes como Emporio Armani que muestran una alarmante superioridad en cuanto a kilos -que no centímetros- en todas las posiciones de la cancha. Desde el base hasta el pívot, el equipo italiano impuso ayer su músculo para ganar la partida a base de fuerza en defensa y de generar ventajas en el uno contra uno para crear situaciones de superioridad y sacar claras ventajas.

Que la plantilla del Baskonia tiene graves carencias en este sentido -Hanga, Nocioni y Hamilton son las únicas excepciones- es algo que no escapa a nadie. La política de contratación de este club en la etapa reciente busca más la calidad que el músculo. Y eso tiene sus pros, pero también no pocos contras. Nadie que sepa un poco de baloncesto puede dudar de que el talento natural de un hombre como Tibor Pleiss está muy por encima del que tienen los que ayer fueron sus pares, Samardo Samuels y Gani Lawal. Eso sí, una vez más evidenció el alemán que no solo es toque de muñeca y centímetros los que se necesitan, que los kilos resultan determinantes. Y cuando llegó el momento de chocar y de imponer la fuerza de los brazos y las piernas, al teutón, fino estilista y poco amante de los contactos, le tocó sufrir.

Desgraciadamente, el ejemplo de Pleiss no fue el de un caso aislado. Y es que desde el punto de vista físico la partida estaba perdida de partida. Es lo que tiene enfrentarse a jugadores tan poderosos como Hackett, Jerrels, Langford, Gentile o Moss, un perímetro de mucho poderío muscular que sacó enormes ventajas en el uno contra uno para encarar el aro o doblar el balón tras las ayudas para tiros exteriores cómodos liberados, en los que el acierto de los lombardos fue excepcional para abrir brecha. También en repetidas ocasiones, y dentro de la tendencia de disponer cinco jugadores abiertos para generar espacios, los jugadores de perímetro buscaron el poste bajo para tratar de aprovechar esa superioridad física cerca de la pintura. Y en defensa, la intimidación en la zona y la multiplicación de los brazos para cortar pases y cerrar el rebote (39-27) fueron un quebradero de cabeza constante.

Para tratar de maquillar esas carencias, Scariolo dispuso de diversas variantes tácticas. La zona fue un recurso utilizado en repetidas ocasiones de inicio, pero cuando el partido se puso definitivamente cuesta arriba optó por jugar con Nocioni como alero o poner en cancha al mismo tiempo a Hamilton y Pleiss. Soluciones, todas ellas, que no eclipsaron la inferioridad física.