si el Panathinaikos se ha convertido en el indiscutible dominador del siglo XXI dentro de la Euroliga con la consecución de 4 coronas (2002, 2007, 2009 y 2011), no se debió exclusivamente a la magia de Dimitris Diamantidis sobre la pista y al embrujo desde el banquillo del gran Zeljko Obradovic. Un lugarteniente de lujo llamado Mike Batiste también tuvo mucha culpa de la hegemonía ateniense, discutida eso sí los dos últimos años por su fratricida rival. El veterano poste, una leyenda en el club del trébol, protagoniza los últimos coletazos de una intensa carrera deportiva en la que prácticamente solo ha vestido de verde. El inconfundible color del inminente rival del Laboral Kutxa en la Euroliga que tiene como uno de sus principales líderes espirituales a este incombustible californiano, cuya vuelta al equipo de sus amores durante el pasado verano tras una primera etapa que se prolongó por espacio de nueve años sorprendió a todos los entendidos del mundo de la canasta.
Con el cuerpo muy desgastado tras las innumerables batallas vividas en el pasado, Batiste ha perdido chispa y ya no es el que era por motivos obvios. Argiris Pedoulakis, su capataz, le ha reservado el rol de quinto pívot en una pintura donde figuran por delante de él los atléticos Stephane Lasme y James Gist, otra pieza versátil y curtida en mil batallas como Antonis Fotsis y el rocoso Loukas Mavrokefalidis. No en vano, esta campaña promedia poco más de ocho minutos en los once partidos continentales disputados hasta la fecha. Su retorno al OAKA se interpretó en muchos foros como un gesto de cara a la galería por parte de los hermanos Giannakopoulos teniendo en cuenta el declive en su rendimiento apreciado el pasado curso en Estambul como integrante del Fenerbahce.
un episodio surrealista Se diría casi que los principales cometidos de Batiste en Atenas residen hoy en día ya en favorecer la unión dentro del vestuario griego e inculcar su sabiduría a los jóvenes del equipo que necesitan un espejo en el que mirarse para progresar. Los años no pasan en balde para este cuatro-cinco estadounidense que, durante su momento de mayor esplendor, marcó las diferencias por todas las canchas continentales. Sus virtudes eran conocidas por todos y, pese a ello, los antídotos de sus pares brillaban por su ausencia. Jugaba a la perfección de espaldas al aro a diferencia de otros interiores, formó una mágica conexión con Diamantidis en el pick and roll, disponía de un aseado tiro de media distancia y también era un habitual maltratador de aros pese a medir poco más de dos metros. Su exuberante potencia física, en cambio, le permitía aparecer dentro de las mejores jugadas de la semana en la Euroliga.
Lo reunía todo porque, además, el americano es un tipo carismático y con una personalidad marcada que caló hondo en la caliente afición del Panathinaikos. Solo así se explica el emotivo recibimiento que le tributó la pasada temporada en su vuelta al OAKA ataviado con la elástica del Fenerbahce. Un día antes del partido, Batiste se vio envuelto en uno de los episodios más desagradables de su vida. Al aterrizar en el aeropuerto Eleftherios Venizelos, el de Long Beach fue retenido en el pase de aduanas por la policía local. No se trató de un problema de papeles ni su pasaporte estaba caducado, sino de algo mucho más grave. Las fuerzas del orden le custodiaron en cumplimiento de una denuncia por impagos a la Hacienda griega, con la que había contraído una deuda de 200.000 euros tras sus nueve campañas de estancia en Atenas.
Lo que parecía una simple confusión se convirtió en una bomba de dimensiones considerables cuyo estallido destapó las miserias de su actual club, obligado a costear el porcentaje correspondiente al pago de impuestos a cada jugador y que en aquel preciso momento no había abonado las cantidades pendientes al fisco. El pago de última hora salvó a Batiste de la humillación de pasar la noche en los calabozos y verse obligado a presentarse ante un juez a la mañana siguiente.
Mañana, salvo sorpresa, un clásico de la Euroliga podría visitar por última vez el Buesa Arena, una de las contadas canchas europeas donde todavía no ha saboreado las mieles de la victoria. Y es que muchos dan por hecho que el californiano, ganador de 8 ligas, 6 Copas y 3 Euroligas en Grecia, anunciará su retirada al final de la presente temporada tras una dilatada carrera en Europa cuya primera parada tuvo lugar en el Spirou belga en el año 2000.