Vitoria. La apuesta por el talento universitario es el signo de los tiempos de recortes presupuestarios dentro de la Liga ACB. Hace menos de un lustro, eran excepciones los equipos que arriesgaban en la NCAA. Sin embargo, en estos tiempos de penurias económicas los clubes están viéndose obligados a agudizar el ingenio y buscar refuerzos dentro de las universidades norteamericanas. A pesar de carecer de experiencia profesional, la formación técnica y las cualidades físicas de los jugadores, por lo general excelentes, les convierten en alternativas viables para completar las plantillas de los equipos. El Rio Natura Monbus, rival hoy del Baskonia en Fontes do Sar, es una de las numerosas entidades que se sumergió el pasado verano en dicho mercado para contratar a Nick Minnerath, un cuatro de 24 años y 2,06 metros inconfundible por sus peinados y tatuajes diseñados por él mismo.

Procedente de la Universidad de Detroit Mercy, donde la última campaña promedió 14,6 puntos y 5,9 rebotes, la historia personal de este interior a las órdenes de Moncho Fernández supondría una tentación para cualquier guionista de cine deseoso de plasmar la vida de un baloncestista. Una oscura inmersión en la cocaína cuando era un adolescente y dos graves lesiones de tobillo y rodilla estuvieron a punto de arruinar su carrera deportiva, enfocada a dar el salto algún día a la NBA pese a que sus méritos hasta la fecha han sido más bien insuficientes para hacer realidad su gran sueño.

En busca del dinero fácil Minnerath, que apenas promedia 6 puntos y 3 rebotes en los doce partidos ligueros de este ejercicio, no pudo escapar a la tentación de las drogas como muchos de los jóvenes criados en un barrio conflictivo y lastrados por el distanciamiento de sus progenitores. Nunca fue un buen estudiante en el colegio, se alejó de las aulas a los 18 años y optó por ganar el dinero fácil en la construcción y como taxista, cayendo en un mundo poco recomendable para alguien que pretendía ser una figura reconocida dentro del mundo de la canasta.

Hasta que un día dijo basta. Su hermana y, sobre todo, la pareja de su padre jugaron un papel decisivo con el fin de que regresara a los buenos hábitos. Ésta última envió cartas a una ingente cantidad de institutos pidiendo una oportunidad para Nick. Únicamente obtuvo una respuesta positiva que, afortunadamente, permitió en el año 2008 relanzar la carrera de este ala-pívot nacido en una pequeña localidad de Massachusetts de apenas dos millores de habitantes.

Steve Finamore, por entonces el entrenador del Jackson Community College (Michigan), le brindó la ansiada oportunidad para dejar atrás todos sus problemas. Tras firmar un interesante año inicial, Minnerath se vio golpeado otra vez por la mala suerte. Ante la atenta mirada de su padre, sufrió la temible triada en la rodilla en una acción desgraciada. Ese percance no le impidió culminar con éxito una etapa universitaria que ha precedido su primera experiencia en el baloncesto profesional europeo en Santiago de Compostela.

"Nunca es tarde para cambiar y ser una buena persona", reconoce ahora varios años después el poste del Obradoiro, comparado con Chris Andersen (Miami Heat) por su apariencia física y su ingente cantidad de tatuajes, cada uno de ellos dotado de un significado. Nick llegó a tierras gallegas avalado por su etiqueta de trabajador incansable, pero de momento su rendimiento ha dejado más sombras que luces. La confianza de Moncho Fernández en él está menguando de manera notable. Hasta el punto de que en los dos últimos choques ante el Unicaja y el Valladolid totaliza trece minutos de juego en los que su casillero anotador ha permanecido inédito.