vitoria. El Maccabi que aterrizará pasado mañana en el Fernando Buesa Arena no será fácilmente reconocible para los aficionados baskonistas tras el fratricida pulso protagonizado por ambos equipos durante el pasado Top 16, saldado con un triunfo para cada uno en pista contraria. El severo correctivo infligido en cuartos de final de la Euroliga por el Real Madrid y, sobre todo, la dramática pérdida del título israelí, a partido único (86-79) en junio a manos del modesto Maccabi Haifa, precipitaron la drástica limpieza en un vestuario que obviamente ahora exhibe numerosas caras nuevas.

Aquella noche de gloria para la pequeña localidad de Haifa, ubicada a 90 kilómetros al norte de la capital económica de Israel y cerca de la frontera de Siria, constituyó una afrenta histórica difícil de ser tolerada por la bulliciosa y exigente grada del Nokia Arena. En el país hebreo, donde el Maccabi es considerado una especie de símbolo, casi una religión y algo más que un simple equipo deportivo, nadie dio crédito a un fracaso impensable a tenor de la abrumadora superioridad de un club que totaliza cincuenta ligas y apenas deja las migajas para el resto.

A Shimon Mizrahi, el ínclito presidente del Maccabi que asiste a todos los encuentros justo detrás del banquillo, no le tembló el pulso para regenerar un plantel donde ya no figuran dos viejos conocidos del Baskonia como Lior Eliyahu -éste todavía sin equipo- y David Logan. El técnico David Blatt resistió la criba, pero la plantilla ha experimentado una mutación brutal con el fin de volver a gobernar con puño de hierro a nivel doméstico -aún escuecen de lo lindo las derrotas acaecidas en 2008 ante el Hapoel Holon y en 2010 ante el Hapoel Galil Elyon- y saborear nuevamente las mieles de disputar una Final a Cuatro. No en vano, la última aparición de los macabeos data del ejercicio 2010-11 cuando perdieron la final celebrada en el Palau Sant Jordi barcelonés ante el Panathinaikos.

Hasta siete fichajes ha acometido uno de los conjuntos más laureados de la competición continental con el fin de reverdecer viejos laureles. En la dirección de juego, Yogev Ohayon sufre la competencia de Tyrese Rice y Yuval Naimy, llegados del Bayern Munich y Triumph Lyubertsy respectivamente. En el perímetro, donde se mantienen como principales amenazas los compulsivos anotadores Ricky Hickman y Devin Smith, el hombre predestinado a dar un salto de calidad es el exblaugrana Joe Ingles. Por último, el juego interior ha asistido principalmente a la repatriación del orondo Sofoklis Schortsanitis, inmerso en su segunda etapa en la capital hebrea tras una anterior militancia entre 2010 y 2012. Sin embargo, tampoco se pueden obviar al rookie universitario Jake Cohen, al atlético Alex Tyus y a un veterano con innumerables cicatrices en el cuerpo como el nacionalizado David Blu, que el pasado domingo fue confirmado como nueva alta tras superar un periodo de prueba de dos semanas.

Al igual que sucede con el Laboral Kutxa, se trata de un bloque huérfano de los rutilantes nombres de antaño (Jasikevicius, Parker, Baston, Vujcic...) que le permitieron conquistar la Euroliga en 2004 y 2005. En cualquier caso, el Maccabi conserva todavía intacto un indudable prestigio que le convierte en un temible rival para los alaveses a lo largo de esta primera fase continental. Un traspié a las primeras de cambio al amparo de su propio publico obligaría a la tropa de Sergio Scariolo a remar contracorriente y comprometería el billete hacia el Top 16.