vitoria. La última edición de la Supercopa celebrada el pasado fin de semana en el Fernando Buesa se ha convertido en el ejemplo perfecto de lo que espera a los aficionados al baloncesto en esta Liga ACB 2013-14 que está a punto de arrancar. Dominio absoluto de los dos grandes transatlánticos de la competición -por otro lado los dos únicos que, gracias a sus atípicos ingresos futbolísticos, son capaces de resistir a los perniciosos efectos de la devastadora crisis- y preocupante descenso del nivel medio de la competición. Los que hasta hace no demasiado se habían convertido tras mucho trabajo y esfuerzo en alternativas más o menos sólidas al tradicional poder establecido, han emprendido un rotundo declive que, si no cambian mucho las cosas, amenaza con convertirlos en conjuntos vulgares sin otro objetivo que pelear por repartirse las migajas que vayan dejando por el camino Barcelona y Real Madrid.
Los rotundos triunfos de culés y merengues en las semifinales del primer torneo oficial del curso ante el Baskonia y el Bilbao Basket no fueron sino la confirmación rotunda de una sensación que se venía percibiendo desde hace meses. Dos equipos que hasta ahora eran capaces de competir de tú a tú con los ogros de la Liga se convirtieron en dos muñecos en sus manos. Ambos fueron despachados con una espectacular paliza y únicamente la falta de tensión final de sus oponentes evitó que la humillación fuera aún mayor.
De esta manera, la lectura que se puede hacer de lo que se avecina en los próximos meses es muy clara. Un mano a mano constante entre catalanes y madrileños para repartirse todos los títulos en juego y, por debajo, otra Liga a años luz de distancia. Una competición que se prevé mucho más igualada pero, desgraciadamente, un equilibrio provocado por el descenso generalizado del nivel.
Porque a excepción de las estratosféricas plantillas de las que disponen Pablo Laso y Xavi Pascual, el resto de equipos de la ACB presentan unos rosters más que modestos en los que las estrellas brillan por su ausencia. Así, el curso que arrancó oficialmente el pasado viernes en Vitoria cuenta con muchas más ausencias que presencias. Aquellos jugadores de primer nivel que otrora se repartían por los diferentes pabellones de la que se conocía como la mejor liga de Europa han protagonizada una auténtica desbandada en busca de mercados florecientes en los que se valore como se merece -económicamente se entiende- su elevado talento.
La consecuencia directa de esta fuga es que, ante la imposibilidad de reemplazarlos por otros hombres de similares características, a los directores deportivos no les ha quedado más remedio que apostar por veteranísimos en el epílogo crepuscular de sus carreras, jóvenes sin alcanzar aún el nivel suficiente de maduración para, en condiciones normales, jugar a este nivel y extracomunitarios totalmente desconocidos o provenientes de ligas inferiores de los que se espera que aprovechen la oportunidad para dar un aldabonazo a sus carreras. En definitiva, un panorama mucho más parecido al de épocas pretéritas del siglo pasado que a lo que ha sido este torneo en su época moderna.
En la azotea, Madrid y Barcelona protagonizarán un cruento mano a mano por los títulos en el que los pequeños errores se castigarán mucho. Por detrás, un nutrido grupo de aspirantes al tercer puesto en el que ha habido mucho movimiento. Así, Unicaja ha fichado a siete jugadores y al entrenador, Joan Plaza, en busca de un protagonismo deportivo que no ha tenido en los últimos años. CAI Zaragoza y Valencia, por su parte, son equipos a los que se les atisba un futuro prometedor. En ese lote, en el que también lucharán Bilbao Basket o Gran Canaria, entre otros, se encontrará también este Laboral Kutxa que aún tiene muchas incógnitas que despejar por delante. Al resto, le queda eludir el descenso.