vitoria. En Argentina hace algún tiempo alguien decidió que un dios del fútbol como Diego Armando Maradona, que había conducido a la gloria a la albiceleste en el Mundial de México, merecía ser adorado y fundó una iglesia en su honor que hoy en día aún cuenta con cientos de fieles y feligreses. Luis Scola está contrayendo méritos para que se le concedan los mismos honores. La antigua estrella baskonista, para muchos el mejor jugador en la historia del club vitoriano, certificó la noche del domingo en Caracas su condición de héroe nacional al arrastrar con un espectacular derroche de fe y talento a una diezmada selección argentina al Mundial que se disputará el próximo verano en España en un duelo a vida o muerte ante Canadá (73-67).

"Algún día el deporte argentino deberá agradecerle todo lo que hizo por el baloncesto", se entregó tras el encuentro el seleccionador argentino, Julio Lamas. Sabía el técnico, también con pasado baskonista, el mérito de lo que acababa de hacer Scola, único componente de la generación dorada que se ha alistado con la albiceleste para pelear una plaza en el próximo Mundobasket, que se antoja como el de la despedida, en un Premundial americano más complicado de lo esperado.

Mientras Nocioni, Ginóbili, Prigioni o Delfino, los otros grandes estandartes, seguían el torneo desde la distancia, Scola ha tenido que dejarse la piel para conseguir que Argentina se adueñara de una de los cuatro billetes que conceden acceso directo al Mundial. Puerto Rico, la República Dominicana y una sorprendente selección de México se han apropiado de las otras tres plazas. Brasil, una de las favoritas, acabó claudicando. Y Argentina estuvo a punto.

La albiceleste se lo jugó todo a la carta del último partido frente a Canadá, que había firmado un gran torneo. El duelo se presagiaba incierto para los argentinos, que habían caído ante un combinado tan mediocre como Jamaica dos días antes. Pero entonces emergió la figura de Luis Scola y se disiparon las dudas. "Esto es lo más lindo: venir, luchar, ganar, y perder también", aseguraba Scola, exhausto tras su soberbia actuación (28 puntos, 7 rebotes y 2 asistencias) en un partido en el que no llegó siquiera a sentarse en el banquillo. Aun así, le daba igual. "No sufrí tanto, lo disfruté, me gustan estos partidos", aseguraba Scola, que ya piensa en el Mundial. "Ahora podemos soñar con todo". No era un deseo. Era una advertencia.