vitoria. El Baloncesto Valladolid se encuentra al borde del abismo. Cualquier cosa que no sea su desaparición representaría una sorpresa mayúscula para el mundo del baloncesto, que atiende expectante a las evoluciones de un club moribundo y que está a un paso de reducir el número de contendientes de la ACB de los 18 a los 17. El presidente de la entidad pucelana ya lo ha advertido: "Intentar seguir adelante sería un suicidio", lanzó la voz de alarma el histórico Mike Hansen. Ni él ni nadie parece capacitado para evitar la desaparición de uno de los fundadores de la ACB, que ya la pasada campaña malvivió y acumuló deudas sin siquiera lograr obtener recursos para pagar las fichas de sus jugadores.

Quizá por eso huyeron cuando vieron la oportunidad. El Valladolid, que ya debería estar empezando la pretemporada, tiene sólo a un jugador en nómina: el joven Antonio Izquierdo, mientras que ha concedido la libertad en los últimos días a David Navarro, que disponía de una oferta del Manresa y abandonó el barco cuando ya estaba casi hundido del todo.

Los problemas del club castellano reflejan la grave crisis económica que está atravesando el deporte español en general y el baloncesto en particular. La muerte de su acuerdo de patrocinio con la Denominación de Origen Blancos de Rueda, que concedía nombre al equipo, ha supuesto la puntilla definitiva para un equipo que apenas tiene ingresos pero que se encuentra enterrado en deudas que los acreedores ya saben que no podrán cobrar.

No hay entrenador, ni director deportivo, y el presidente pone la cara como paso previo a su renuncia. Sólo existe un camino que puede evitar la desaparición. Pero esa vereda supone el adiós a la Liga Endesa, que se quedaría coja, con sólo 17 equipos, una circunstancia que en cierto modo satisface las pretensiones de una buena parte de los clubes, que hace tiempo abogaban por iniciar una reducción progresiva del número de participantes.

La salida del Valladolid, no obstante, resultará traumática. La imagen que arroja el caso del equipo pucelano supone un aumento en el descrédito de una competición a la que muchos habían cuestionado por poner excesivas trabas económicas al acceso de nuevos miembros y la permanencia de los equipos que se habían ganado el descenso por méritos deportivos.

El Valladolid ya no se sostiene en pie. Quizá la posibilidad de abandonar la ACB para emprender un proyecto más modesto pueda al menos salvar los puestos de trabajo de sus empleados, que en breve cumplirán un mes sin ver un solo euro. Hansen, que tiene previsto renunciar al cargo de presidente tras sólo dos meses al frente de la directiva, confía en que el que lo sustituya pueda dar con algún inversor que resuelva la situación, pero no tiene pinta de que eso vaya a suceder. La ACB puede nacer huérfana e impar.