Vitoria. Casi dos semanas antes del arranque oficial de la pretemporada, Fabien Causeur ya ha dado con sus huesos en la capital alavesa. Junto a Lamont Hamilton, el galo iniciará una serie de entrenamientos individualizados para adquirir el tono físico ideal y afrontar su segunda temporada como baskonista en un dulce estado de forma. Tras un verano exento de compromisos internacionales por decisión propia que ha debido servirle para dejar atrás los problemas de fascitis plantar que le sobrevinieron durante la parte final del pasado ejercicio, al escolta titular del próximo proyecto del Baskonia le ha llegado la hora de explotar y demostrar de una vez por todas que responde al perfil del añorado killer por el que suspira el perímetro vitoriano desde las salidas de Arvydas Macijauskas e Igor Rakocevic, dos figuras emblemáticas cuya sombra es demasiado alargada.

Posiblemente ese ferviente deseo que anida en él de elevar su protagonismo y sentirse una pieza mucho más determinante ha acelerado ahora su aterrizaje en el Fernando Buesa Arena. Los rectores azulgranas le han citado antes que a otros compañeros por un doble motivo. En primera instancia, para comprobar la evolución de los problemas físicos en la planta del pie que le han impedido tomar parte con la selección francesa en el próximo Europeo en Eslovenia -donde, en principio, hubiese sido un fijo de Vincent Collet pese a la feroz competencia de Nicolas Batum y Nando De Colo- y, de igual modo, para que vaya llenando paulatinamente el depósito de combustible ante los mayúsculos desafíos que aguardan en el futuro a un colectivo pendiente todavía de su remate final con, al menos, la llegada de un refuerzo para la pintura.

Después de que la dirección deportiva creyera conveniente, en contra del sentir de buena parte de los aficionados, que tanto él como Jelinek son los hombres ideales para cubrir las plazas reservadas para el dos, Causeur es consciente de que ni mucho menos puede conformarse con lo hecho la pasada campaña. Avalado por su etiqueta de mejor baloncestista de la ProA francesa, el Baskonia acometió -en una lucha feroz con el Bilbao Basket- su fichaje por cuatro temporadas para elevar la dinamita de un perímetro donde la compulsiva capacidad anotadora de Brad Oleson estaba ya en serio entredicho. El de Brest permaneció durante los primeros meses a la sombra del ahora escolta del Barcelona, cuya salida en vísperas del comienzo de la Copa del Rey y el nulo empuje del recién llegado Jelinek le abrieron las puertas de la titularidad y le concedieron los galones para tratar de erigirse en la principal amenaza exterior de cara al aro rival. Lo consiguió con cuentagotas en el desorientado entramado que dirigió Zan Tabak.

Pese a dejar fogonazos de su calidad, Causeur no terminó por asentarse como ese exterior desequilibrante y capaz de generarse sus propias canastas reproduciéndose así otro de los perniciosos defectos que viene martirizando al Baskonia desde hace años. Con una querencia innata a utilizar solo su mano izquierda y forzar las penetraciones por ese lado, su repertorio de recursos fue a menudo limitado para lo que exige un club de miras ambiciosas como el vitoriano.

Puntería discreta Sin embargo, fue su raquítico porcentaje desde más allá de la línea de 6,75 metros -28 de 87 triples para un pírrico 32% de acierto- lo que acaso se convirtió en la principal decepción de su intermitente juego. Uno de los cometidos de Sergio Scariolo será, por tanto, inocularle la agresividad necesaria para que ataque el aro rival con más ahínco y deje atrás la timidez exhibida en los encuentros más comprometidos de la Liga ACB y la Euroliga. Entonces, sí podrá comprobarse la auténtica dimensión de un escolta que rompe a todas luces con el estereotipo del baloncestista francés eminentemente fibroso y atlético.

Su gesto de vivir un verano en blanco con la renuncia al Europeo de Eslovenia constituye el primer síntoma de que Causeur afronta su segunda campaña en Vitoria con otra mentalidad. Él es conocedor de que la paciencia del Baskonia para asistir a la explosión de sus apuestas suele tener un límite y la confianza depositada en el francés, de 26 años e inmerso en su madurez deportivas, todavía se mantiene intacta. Mucho más en un escenario económico como el actual donde Josean Querejeta ya se ve atado de pies y manos para acceder a las estrellas más rutilantes que ocupan su misma posición. Sin embargo, quien fuera una estrella del Cholet ya ha interiorizado que debe dar uno o dos pasos hacia adelante para convertirse en esa amenaza inclemente que garantice un importante caudal ofensivo. En caso contrario, el matrimonio actual tendrá serios visos de desembocar en divorcio.