vitoria. Dicen los entendidos en la materia que la solvente o deficiente dirección de juego acostumbra a marcar la estabilidad de un equipo a lo largo de la temporada y que en ella conviene albergar a dos jugadores con un perfil claramente diferenciado para solucionar las trampas que tiendan los adversarios. Desde hace años, el Baskonia se desangra por la alarmante falta de solidez en una demarcación crítica donde los sucesivos recambios de Prigioni no han estado a la altura de lo esperado. Gracias a un liderazgo arrebatador y una mente privilegiada para salir de cualquier brete, el argentino -como hiciese el grandioso Bennett en su día- marcó un estilo intransferible, cada vez más alejado del pregonado por los bases de hoy en día, y dejó una impronta de hombre cerebral, ordenado y clarividente que se echa en exceso de menos.
En espera de lo que acontezca con Thomas Heurtel, colocado en el mercado y sin hueco ya en el Anadolu Efes tras la reciente apuesta cervecera por el mago croata Zoran Planinic, el aterrizaje de Walter Hodge constituye el último intento para dotar de consistencia a un timón que, de momento, se halla en las manos de dos clones. Si el francés mantiene finalmente su taquilla en el vestuario del Fernando Buesa Arena, Scariolo se enfrentará a un problema mayúsculo a la hora de enderezar en el futuro aquellos partidos trabados y de perfil árido que precisen de buenas dosis de pausa y tranquilidad.
Las cartas de inicio estarán bien marcadas con la teórica apuesta por un baloncesto eléctrico y tanteadores altos, pero la alternativa que proceda del banco suministrará más de lo mismo. Y esa no suele ser la mejor combinación para una posición que, ante todo, demanda un mínimo de complementariedad en las características de las dos figuras encargadas de llevar los designios. Mientras lo tradicional reside en que el suplente altere el ritmo del choque en cuestión, ya sea para avivarlo o aplicarle cloroformo, el futuro Baskonia se perfila a todas luces como un equipo vertiginoso al que le cueste horrores templar los encuentros. Básicamente porque sus actuales timoneles atesoran una calidad contrastada como rematadores, pero al mismo tiempo permanece en el aire su capacidad para hacer mejores a los compañeros.
Y es que tanto el portorriqueño, una inclemente máquina anotadora durante su exitoso periplo en Polonia, como el galo acostumbran a imprimir una marcha elevada a sus evoluciones al frente de las operaciones. Explosivos, centelleantes, sobrados de desparpajo, algo temerarios y con un letal uno contra uno que precisa de sistemas perfectamente diseñados por el entrenador en la pizarra para su lucimiento, se sienten cómodos en medio del desenfreno anotador. En el caso de Heurtel -de Hodge no existen unas referencias tan claras salvo lo apreciado en los vídeos- no resulta tan útil para el colectivo cuando el partido se emborrona, se halla plagado de ataques posicionales y los rivales atan en corto su dinamismo. Entonces, las carencias del joven nacido en Beziers salen a la luz.
Si bien la planilla de ambos arroja un aceptable número de estadísticas, no parece tan acreditada su solvencia a la hora de gobernar los encuentros con puño de hierro. El portorriqueño viene de firmar excelentes números en una competición menor como la polaca, mientras que su teórico suplente no ha conseguido todavía en sus dos años en el Buesa Arena evolucionar hacia ese base dominante y con dotes de mando que permita al Baskonia erigirse en un conjunto realmente ganador.
En cualquier caso, queda un largo verano por delante y la continuidad de Heurtel se mantiene en entredicho, mucho más si el club rescinde el contrato de San Emeterio. El galo tendrá las puertas abiertas en el caso de que llegue una oferta importante que satisfaga las ambiciosas expectativas azulgranas. Tomas Satoransky, el base checo de Cajasol, colma las expectativas como recambio, pero juega en contra la pérdida de su condición de cupo.