Vitoria. Hace sólo unos años, a finales del siglo pasado, el Baskonia convirtió en arte el rastreo de jugadores jóvenes en mercados poco explotados. El baloncesto argentino o el brasileño, por ejemplo, se erigieron en caladeros de un valor incalculable para un club que extrajo de ellos algunos de los iconos más reconocibles de su historia. La labor que desarrolló entonces Alfredo Salazar permitió que jugadores como Marcelo Nicola, Luis Scola, Andrés Nocioni o Tiago Splitter se formaran desde muy jóvenes en Vitoria.

La metodología de trabajo ha tenido continuidad, a pesar de que en los últimos años los frutos han resultado menos llamativos. Sin embargo, el equipo azulgrana cuenta en la actualidad con un interesante elenco de jugadores con un prometedor futuro y a los que ahora se suma el lituano Sedekerskis, cuyo contrato por seis temporadas lo añade a un grupo de ilusionantes promesas cuya principal cabeza visible es Devon Van Oostrum, que ya el pasado 1 de mayo logró debutar en partido oficial con el primer equipo en el derbi de Miribilla.

Jugadores como Carlos Martínez, Rinalds Malmanis, Daniel Barbieri o los hermanos Diop trabajan a diario con el objetivo de convertirse algún día en los nuevos ídolos de la afición del Buesa Arena. El camino, sin embargo, resulta largo y tortuoso. Y son pocos los que llegan.

Las perlas del Bakh, que a lo largo de la pasada campaña se han fogueado en equipos de EBA y LEB Plata, mantienen rumbos dispares, aunque en algunos casos ofrecen sensaciones muy positivas. Llegar a la élite es muy diferente a llegar al nivel exigido por el Baskonia, uno de los grandes de Europa, y es en pequeños detalles, en el carácter y en la capacidad de sacrificio de cada uno de estos jóvenes prospectos de estrella donde suele residir la diferencia.

Los Diop han llamado en especial la atención por su físico. El mayor, Mamadou, ha jugado el pasado ejercicio en Guadalajara (LEB Plata), donde no ha acabado de ofrecer el rendimiento sobresaliente que el Baskonia esperaba de un jugador que ya debería estar mucho más hecho. Más esperanzas hay depositadas en su hermano Ilimane, tanto por la parte del club vitoriano como por los responsables de la FEB, que lo han convertido en un fijo en las citaciones de las selecciones inferiores. Su altura (2,11) asombra menos que su espectacular envergadura (2,39), ya que se aprecia que en un futuro puede convertirse en un jugador que marque diferencias desde la intimidación, aunque es mucho más. Entiende muy bien el juego.

Especialmente brillantes aparecen a los ojos de todos el brasileño Daniel Barbieri, MVP del Campeonato de España Junior que ahora mismo se encuentra con la selección brasileña sub'19 preparando el próximo Mundial de la categoría, y Carlos Martínez. El escolta gallego, salvo hecatombe, parece llamado a convertirse en una opción firme de futuro, por talento, por disponer de una cabeza muy bien amueblada y por su carácter ganador, algo que se echa en falta por ejemplo en el letón Rinalds Malmanis, un portento físico que aún debe mejorar mucho.