Vitoria. En el mundo del deporte, ya no sólo en el del baloncesto, resulta difícil dar con tipos tan honestos como Zan Tabak. El preparador croata, que llegó a Vitoria como apagafuegos tras la traumática decisión adoptada por la directiva de prescindir de Dusko Ivanovic, asumió con todo el señorío que le faltan a otros colegas de su profesión la mayor parte de un fracaso que, visto desde fuera, tiene desde luego muchos más culpables pero que puede acabar por convertirse en su condena.

El broche final al medio año que Tabak ha manejado las riendas del plantel baskonista ha podido convertirse en su lápida. La vergonzosa eliminación ante el Gran Canaria, en un ambiente de casi más resignación que indignación entre los aficionados, supone una guinda envenenada para una tarta que no ha tenido en absoluto mal sabor.

Los primeros seis meses del croata como entrenador de un equipo de primer nivel europeo han bastado para vislumbrar las virtudes de un técnico que ha acabado fagocitado por un vestuario ingobernable y al que la promesa de renovación de Querejeta puede acabar llevándose por delante.

La meritoria campaña continental, con los dos milagros consecutivos que permitieron al cuadro azulgrana colarse en el Top 16 y en los cuartos de final de la Euroliga, puede no bastar para garantizar su continuidad. A pesar de que dispone de un año más de contrato, su figura ha estado siempre en entredicho precisamente por hacer gala de un talante conciliador y dialogante que jamás ha encontrado demasiados adeptos en las altas instancias del club y que, además, ha resultado inocuo a la hora de manejar un cambiador que ha vivido en un ambiente de soterrada división a lo largo de todo el curso.

"La química es algo importante. No se puede decir que en los años que llevo aquí haya habido especial química en los vestuarios", destapó ayer el capitán del equipo, Fernando San Emeterio, en una entrevista concedida a Radio Vitoria.

Esos problemas internos, que acabaron por tumbar a un Dusko Ivanovic agotado, que inició el curso sin contar ni con los ánimos ni con la plena confianza de los rectores del club, han terminado por erigirse en el principal caballo de batalla de un Tabak al que en la eliminatoria ante el Gran Canaria sí que se le detectó cierta inexperiencia. Ha sido en la serie ante el cuadro insular donde se ha visto que le faltaban horas de vuelo para reaccionar a las argucias tácticas de un perro viejo como Pedro Martínez.

Por eso no extraña que en cuanto Querejeta tomó los micrófonos para anunciar una limpia empezaran a surgir nombres de posibles candidatos, que en realidad son los de siempre. A Sergio Scariolo y Joan Plaza, que han salido a la luz en las últimas semanas, se une ahora Sito Alonso, que ayer mismo insinuó que existen opciones de que se desvincule del GBC. "Lo normal es que cumpla mi contrato. Pero todo dependerá del proyecto", aseguró.

Lo cierto, en todo caso, es que el Baskonia no ha tanteado aún a ningún posible entrenador. No lo hará hasta que se decida si Tabak continúa o no en Vitoria, cuestión que Querejeta deberá determinar antes de proseguir con el diseño de la plantilla que ya ha emprendido.

El croata no es culpable del desastre, ni mucho menos. O como mínimo no es el principal responsable, pero puede acabar pagando los platos rotos. Su honestidad, en cualquier caso, no juega en su favor. La sinceridad con la que admitió una cuota de la culpa a buen seguro bastante superior a la que le corresponde lo expone aún más. En esa profunda limpia que pretende llevar a cabo la directiva su figura podría considerarse como un elemento de continuidad en la búsqueda de un proyecto a largo plazo, pero también como una hipoteca del pasado.