Vitoria. Victoria que prolongue el utópico sueño de la cuarta ACB o derrota que alumbre un fracaso sin paliativos y unas prematuras vacaciones. Una temporada en juego en cuarenta minutos. El Laboral Kutxa se ha condenado a una situación límite que nadie sospechaba cuando quedó emparejado con el Gran Canaria. Sin embargo, en esta serie de cuartos no ha habido rastro de su teórica superioridad y puede dar incluso por bueno el 1-1 que campea en el marcador. Empujado por el Buesa Arena, esta noche afronta la última oportunidad para evitar el sonrojo de una eliminación que daría paso a un verano movidito en los despachos.
Cada vez que el equipo de sus amores se aboca a un desempate en cualquier eliminatoria por el título, como sucederá esta noche ante el rocoso cuadro insular en busca de un billete para la décima semifinal consecutiva, unos sudores fríos recorren a todo el baskonismo. Y es que al combinado vitoriano no se le ha dado especialmente bien en el pasado reciente el hecho de jugarse la vida a cara o cruz en un encuentro donde se examina con lupa la templanza, los nervios y la capacidad de soportar la presión por parte de los jugadores.
Queda el consuelo de que en esta ocasión el escenario será favorable a sus intereses y que el disciplinado Gran Canaria de Pedro Martínez no infunde tanto pavor como otros rivales a los que hubo que hacer frente en otras eliminatorias al filo de la navaja, pero los precedentes azulgranas a la hora de jugarse la vida en estos duelos dramáticos invitan a la cautela y la preocupación. De los nueve desempates disputados por el Baskonia desde la temporada 2000-01, ya fuera en eliminatorias al mejor de cinco o tres encuentros, seis acabaron en una monumental decepción y solo tres con una sonrisa de alivio. Algo a tener en cuenta antes de una velada que puede suponer esta jornada la consecución del objetivo mínimo exigible en el torneo doméstico -por presupuesto, el listón de la semifinal es obligatorio- o, en su defecto, uno de los grandes fracasos de los últimos tiempos.
Dos de los tres desenlaces favorables tuvieron lugar ante el Real Madrid en las campañas 2008-09 -al mejor de tres- y 2009-10 -al mejor de cinco- en la ronda de semifinales. En ambas ocasiones, el embrujo del Buesa Arena engulló a los blancos (89-80 y 64-56) y resultó determinante para alcanzar la final liguera. También se resolvió de manera favorable (82-61) el desempate del cruce de cuartos de final correspondiente al ejercicio 2007-08 ante el Valencia Basket. Aquel año, casualidades del destino, el bloque dirigido por Neven Spahija terminó ganando la que sería la segunda Liga ACB de la historia tras dejar posteriormente en la cuneta al Unicaja y al Barcelona.
Desgraciadamente para los intereses alaveses, las decepciones fueron mayores cuando ha tocado que recurrir a esta moneda al aire. En el curso 2000-01, la célebre espantada de Victor Alexander en vísperas de la quinta entrega de la semifinal liguera ante el Real Madrid condenó (76-71) a los pupilos de Ivanovic. En el 2002-03, también hubo que maldecir la escasa fortuna (62-61) en otro quinto capítulo de la serie de cuartos de final ante el Unicaja, que se vio favorecido por una inoportuna lesión de José Manuel Calderón y un error de bulto de Iván Corrales en su intento de anotar una bandeja. Al año siguiente, un Baskonia repleto de estrellas (además de Calderón, el técnico montenegrino disponía de Macijauskas, Nocioni, Scola, Splitter, Kornel David...) se despidió del título liguero en la semifinal ante el Estudiantes de Pepu Hernández tras una dolorosa derrota (84-97) al amparo de sus aficionados en el quinto choque.
Nada comparable, en cambio, a lo vivido en la temporada 2004-05. Tras los 40 segundos más negros de la historia azulgrana, el antiguo TAU entregó en bandeja (69-70) un título liguero al Real Madrid en el partido decisivo para conocer la suerte del campeón. En la 2006-07, Dusko Ivanovic no se apiadó de su antiguo equipo y certificó (79-95) al frente del Barcelona la eliminación alavesa en las semifinales en otro quinto encuentro de infausto recuerdo. El último varapalo es más reciente y se produjo el año pasado, nuevamente en la antesala de la final. Empujado por su público, el Real Madrid se convirtió otra vez en el verdugo al superar (76-69) en el desempate a un Baskonia que llegó exhausto a los últimos minutos. Ante el Gran Canaria, ya con su pistolero Toolson como mayor amenaza, emerge una nueva oportunidad para ir nivelando esta particular estadística a la que no conviene aludir en exceso.