vitoria. Restan algo menos de dos semanas para el comienzo de las series finales por el título y el Baskonia no consigue taponar una grieta devastadora que amenaza con teñir de sombras el asalto al cuarto entorchado liguero de la historia. Ni siquiera sirve como atenuante el hecho de que apenas haya alicientes en juego en estas anodinas últimas jornadas de la fase regular porque el problema se halla detectado desde hace tiempo y permanece incorregible con independencia de que la trascendencia del duelo sea máxima. Perforar la pusilánime defensa azulgrana se ha convertido en un juego de niños para cualquier rival, ya sea de la aristocracia continental o -lo más grave- de cualquier modesto con las dosis justas de talento.
Pese a que tanto Zan Tabak como la plantilla proclaman a los cuatro vientos la imperiosa necesidad de corregir esta deficiencia que lastra a cualquier aspirante a levantar títulos, la debilidad se ha acentuado con el transcurso de la temporada. Prueba de ello es que el Laboral Kutxa únicamente ha dejado durante la segunda vuelta de la ACB a un adversario -el Barcelona en la vigésimo tercera jornada- por debajo de la barrera psicológica de los 70 puntos que proporciona elevadas posibilidades de salir airoso de cualquier comparecencia. Los estropicios causados recientemente por el Murcia y el Estudiantes han puesto definitivamente en alerta al personal a la hora de activar un lavado de cara imprescindible para afrontar con garantías la fase decisión del torneo liguero.
Y es que, ya sea porque ha hecho los deberes con anterioridad o por el hecho de que en su joven plantilla abundan mucho más los estilistas que los secantes en el aspecto más ingrato del baloncesto, el conjunto vitoriano está convirtiendo sus partidos en un constante ir y venir que propicia marcadores abultados. Esa renuncia total a la sacrificada y oscura labor de fontanería a cambio de favorecer un estético intercambio de canastas, como ha quedado patente en la reciente Final a Cuatro de Londres, no suele conducir a la postre a casi nada positivo. Rara vez los partidos que decantan los grandes títulos están presididos por un desenfreno anotador, lo que obliga a los equipos a tener asimilada una filosofía espartana basada en defender su aro con uñas y dientes.
Salvo en contadas excepciones, el Laboral Kutxa se ha destapado este curso como un colectivo liviano, frágil, con poca querencia para el trabajo sucio e incapaz de enarbolar la bandera de un baloncesto físico que cierre los caminos del aro a sus rivales. La falta de músculo y capacidad atlética, tan necesarias hoy en día para salir vivo de las refriegas más ásperas, brillan por su ausencia especialmente debajo del aro. Si a ello se suma la teoría de que el plantel escoge casi por decreto los días en que se arremanga y decide bajar al barro, quedan explicados los sonrojantes guarismos en contra. Con 78,67 puntos, el Baskonia tiene el dudoso honor de ser el undécimo conjunto que más puntos recibe de media. Únicamente mejora en este sentido los registros de la mayoría de los rivales que viajan en el furgón de cola como el Fuenlabrada, el Lagun Aro, el Joventut, el CB Canarias, el Blancos de Rueda, el Murcia y el Manresa.
La incertidumbre crece enteros al percatarse de que su probable piedra de toque inicial en el play off por el título, el Gran Canaria de Pedro Martínez, constituye la defensa más aguerrida de la competición. Los insulares encajan poco más de 71 puntos de media gracias a un trabajo de aliño que incomoda sobremanera las evoluciones ofensivas de todos sus rivales. Un aviso para navegantes cuando todo el mundo da por hecha la semifinal ante el Barcelona.