Vitoria. La Euroliga se pone dura. Quiere poner fin a la violencia y meter en vereda a los subversivos. O al menos eso se desprende de la severidad con la que ha sancionado al Panathinaikos, uno de los grandes clubes continentales, a raíz de los incidentes que tuvieron lugar durante la serie de cuartos de final que enfrentó al conjunto heleno con el Barcelona Regal y que se saldó con la clasificación del equipo catalán para la próxima Final Four de Londres. Al margen de una dura multa económica, el Panathinaikos se verá obligado a jugar a puerta cerrada, sin público, los cuatro primeros duelos continentales que dispute el próximo curso.

A Dimitris Giannakopoulos no le va a salir barata la broma. El presidente de la entidad ateniense, que ya recibió una sanción de 150.000 euros por cuestionar el arbitraje y la higiene de la competición al término del primer duelo del play off ante el Barça, tendrá que hacer frente a otros 130.000 euros de sanción como consecuencia de los incidentes que se han producido en los partidos disputados en el OAKA.

En concreto, el juez único impone una multa de 40.000 euros como consecuencia de las bengalas, punteros láser, petardos y sirenas ilegales, con un sonido similar al del final de posesión, que se detectaron en las gradas del pabellón ateniense durante estos partidos. A esta cuantía habría que sumar los 30.000 que ya impuso la Euroliga al término del tercer encuentro tras haberse constatado que el Panathinaikos permitiera que se excediera el aforo máximo permitido para el pabellón. La reincidencia en el cuarto encuentro de la eliminatoria ha forzado a los rectores de la máxima competición continental a añadir 60.000 euros más a la sanción inicial, así como aumentar en un partido los tres que de inicio había decretado el juez que debía jugar a puerta cerrada como castigo.

"Todos los equipos que participan en esta competición deben asumir que cuando juegan en Atenas es muy posible que sean víctimas de conductas antideportivas por parte de algunos espectadores, así como disturbios de todo tipo y naturaleza", asegura el juez único en el informe remitido a la Euroliga, que concede un plazo de diez días al club ateniense para apelar las sanciones. En todo caso, en el fallo también se hace hincapié a las continuas advertencias que a lo largo de los años se viene haciendo al Panathinaikos, que ha hecho caso omiso, y que a la larga han supuesto motivo suficiente como para endurecer el castigo.

La estricta severidad con la que se trata de poner fin a este tipo de incidentes en los pabellones europeos por parte de la Euroliga genera cierta tensión en el seno del Baskonia, que aún aguarda la resolución sobre el expediente incoado al respecto del lanzamiento de objetos que los colegiados recogieron en el acta del cuarto partido de la serie de cuartos de final frente al CSKA. En principio, la situación de ambos clubes, por trayectoria y comportamiento de sus aficiones, no tiene nada que ver, aunque la línea de rectitud fijada por el organismo que preside Jordi Bertomeu invita a pensar que al club vitoriano tampoco le saldrá gratis. Otra cosa es que la sanción se reduzca al plano económico y que su cuantía no se acerque ni de lejos a las que se han impuesto al Panathinaikos.

Josean Querejeta midió con mucho más tiento del que el calor del momento parecía permitirle sus palabras tras la eliminación continental. El presidente baskonista, que mantiene una excelente relación con Bertomeu, huyó de teorías sobre conspiraciones y, si bien censuró la labora arbitral, mantuvo en todo momento la calma y las formas, algo que Giannakopoulos no supo o no quiso hacer. Aún así, se espera la multa.

Otra cosa es que el informe remitido por el club a la Euroliga, donde se detallan los numerosos errores de los árbitros y el peso que su actitud tuvo en la temperatura ambiental, reduzca la sanción. Lo que sí parece claro es que la Euroliga endurece su postura. Saca el látigo.