vitoria. El CSKA va a tener que sudar para rematar una serie que parecía haber dejado vista para sentencia en los dos primeros duelos. Va a tener que sudar mucho además. El Caja Laboral sacó las garras ayer en el tercer asalto. El equipo de Zan Tabak recuperó el orgullo y se sacudió los miedos y el excesivo respeto al todopoderoso rival moscovita para darse un festín a costa de un rival que creía tenerlo hecho.
Es posible que los rusos sigan manteniendo el cartel de favoritos, por potencial y por sensaciones globales de los tres envites, pero el conjunto vitoriano ha resucitado a tiempo. Apoyado en un público entregado y determinante, que generó un ambiente hostil que acabaría por fagocitar al CSKA, el cuadro azulgrana mandó un mensaje muy claro: para ganar en el Buesa Arena hay que ofrecer mucho más.
El Caja Laboral recuperó las señas de identidad que han hecho grande a este club. Los pupilos de Tabak derrocharon la entrega y la confianza que se echó en falta en Moscú y pisotearon al que probablemente sea el mejor equipo del continente. El Caja Laboral fue por fin el Caja Laboral. El Caja Laboral fue el Baskonia. El plantel que tantas suspicacias ha generado, se puso el traje de gala y ofreció una respuesta en la que no demasiados creían. Disipó de un plumazo las dudas desde el arranque.
El técnico croata supo aprovechar los días de descanso de los que dispuso para preparar el tercer asalto. El quinteto que entró de inicio dejó aparcadas las dudas y saltó a la yugular de un CSKA que se vio sorprendido por el elevado nivel de intensidad que fijó el Baskonia Los rusos, como el partido, duraron el tiempo que fueron capaces de aguantar el empuje baskonista.
Tabak supo responder a lo que se le exigía, buscó algunas variantes y ayer sí ganó la batalla táctica. El trabajo de desgaste de Cook, Causeur y Nocioni, que tiraron del equipo en un primer cuarto que se cerró más ajustado de lo que marcaron los méritos de uno y otro equipo (15-14), encontró la rubrica en la genialidad de un Nemanja Bjelica que tenía muchas ganas de reivindicarse y ofreció un auténtico recital.
En un segundo acto de alto voltaje, en el que se señalaron tres técnicas (Nocioni, Teodosic y Tabak) y las gradas del Buesa Arena ardieron como en las grandes citas de antaño, el Baskonia sacó a relucir la garra y la agresividad que ha sabido mostrar cada vez que se ha encontrado en una situación límite. Y la de ayer sin duda lo era.
Bien dirigido por un Heurtel que retrató la edad de Papaloukas con varias acciones que levantaron al público de los asientos y con Nemanja a un nivel al que muy pocos jugadores del continente pueden siquiera aspirar a llegar, el cuadro azulgrana dinamitó el partido. Al descanso, de hecho, ya estaba todo resuelto (43-24).
Quedaban veinte minutos por delante y sobrevolaba la incógnita de saber qué nivel de hambre mostraría el equipo ante un CSKA que parecía pensar más en el encuentro de mañana que en el que se estaba jugando. Nadie se dejó llevar. Más bien al contrario. El conjunto vitoriano mostró un nivel de compromiso y de ambición sublimes. Olió sangre y no soltó a la presa hasta el último cuarto, cuando Tabak se permitió el lujo de ofrecer unos minutos de recompensa a Jelinek e incluso a Calbarro.
Un triple de un Milko Bjelica ayer soberbio nada más arrancar el último acto estableció la máxima renta baskonista (73-39). El Buesa Arena bramó orgulloso. El primer triunfo estaba ya en el zurrón. El lujoso CSKA mordía el polvo, probaba la medicina que a lo largo de los años han tenido que tragar otros muchos cuando han visitado el coliseo de Zurbano con altanería o aires de superioridad.
La de mañana será otra película. El rival sigue teniendo ventaja y al Baskonia no le queda margen de error. Aunque quizá por eso, por su proverbial capacidad para revolverse como un gato acorralado cuando se encuentra sin opciones, merezca la pena conceder crédito a un equipo que en Moscú parecía haberlo perdido por completo. Esto, no en vano, no es Moscú. Esto es el Buesa Arena. Y ayer al CSKA le quedó muy claro.