CON la eliminatoria de cuartos previa a la Final Four a la vuelta de la esquina y la visita al Buesa Arena de uno de los conjuntos más modestos de la ACB, la jornada de ayer parecía la más propicia para realizar una rápida faena de aliño y poder sumar una nueva victoria sin acumular más desgaste del estrictamente necesario para guardar energías para el exigente cruce con el todopoderoso CSKA de Moscú. Más todavía cuando en los primeros minutos del choque el Caja Laboral pisó a fondo el acelerador para cobrar una cómoda ventaja y pareció desdibujar a su oponente.

Sin embargo, si en algo se ha demostrado especialista el Baskonia en la presente temporada es en desaprovechar ocasiones de regalarse tardes plácidas para terminar complicándose la existencia de manera absolutamente innecesaria. Ayer, volvió a dejar un claro ejemplo de ello. De esta manera, la escuadra de Zan Tabak jugó otra vez sobre el alambre peligrosísimamente hasta que, al menos, consiguió rescatar el triunfo en los instantes finales. Una victoria que sirve, además, para prácticamente asegurar de manera virtual la segunda plaza final en la clasificación de la Liga ACB.

Al margen de los siete minutos iniciales en los que se mostró infinitamente superior a un Valladolid que se vio arrollado por un adversario que se mueve en otra dimensión completamente superior, lo cierto es que el Caja Laboral exhibió por enésima vez en el presente ejercicio los problemas que le han costado un elevado peaje en más de una ocasión. Así, la excesiva relajación sin haber finiquitado previamente el duelo y las desconexiones de algunos jugadores importantes permitieron al Blancos de Rueda crecer cada vez más, aumentar en confianza y llegar incluso a creer en la posibilidad de protagonizar la sorpresa de la jornada.

En consecuencia, los aficionados que acudieron al Buesa Arena volvieron a encontrarse con un escenario ya conocido pero no por ello menos desagradable. Un epílogo en el que la diferencia teórica entre ambos contendientes queda borrada por completo y se debe dilucidar el desenlace en un minipartido de varios minutos.

En esta oportunidad, aún sin la intensidad mínima exigible, el Baskonia pudo rescatar de su fondo de armario el acierto suficiente para terminar derribando la oposición de un rival que dejó todo su potencial sobre el parqué del Buesa Arena y al que le faltó el oxígeno en los instantes definitivos para poder prolongar su sueño.

Errores hasta el final Pero, incluso así, el combinado vitoriano mostró su querencia por la máxima tensión volviendo a renunciar a una mínima dosis de tranquilidad. Porque tras haber huido del relax que parecía tener asignado al comienzo del choque para recetarse un choque repleto de incertidumbre por el resultado y cuando, a falta apenas de dos minutos, la victoria parecía ya definitivamente decantada para el bando local, una nueva sucesión de errores volvió a meter al Valladolid en el partido. Así, no fue hasta el tiro libre convertido por Nocioni a falta de cinco segundos cuando todo el mundo pudo respirar tranquilo. Por el resultado, que no por el juego.