Vitoria. Es probable que dentro de muchos años, cuando el baskonismo eche la vista atrás, quizá se incluya la noche de ayer en la nómina de citas inolvidables que han ido forjando la historia de un club que regresa orgulloso al lugar que le corresponde. El Baskonia volverá a disputar los cuartos de final de la Euroliga. Zan Tabak ha obrado su segundo milagro continental. Con mucho más esfuerzo del que exigía antaño, porque el paso del tiempo no ha sido benigno, el conjunto azulgrana vuelve a colarse entre los ocho mejores equipos del continente. Lo hizo sobre la bocina, sudando sangre y sin la suficiencia de otros tiempos, pero al mismo tiempo con la sensación de haber alcanzando un logro que antes se antojaba sólo un escalón intermedio y ahora un gran éxito.
El Caja Laboral de los altibajos, el equipo bipolar y ciclotímico que tantos disgustos ha regalado a su afición, sacó a relucir su orgullo en el momento de la verdad. Tal y como ha hecho en otras citas claves a lo largo de este curso demencial y desconcertante, emergió su mejor versión justo cuando la situación más lo requería. Sin brillo pero con altas dosis de entrega y sacrificio, cualidades que muchos desligan de la actual plantilla, se sacudió de encima la visita de un Montepaschi a la baja y aprovechó ayudas externas para culminar su objetivo de acceder al Top 8 de la máxima competición del baloncesto continental.
Mucho se ha hablado de la capacidad de este equipo para desconectar, para sufrir cortocircuitos letales, y eso es algo que está ahí, no se puede negar y parece no tener arreglo. Pero también posee este colectivo cierto orgullo que sale a relucir cuando el panorama pinta más oscuro, cuando se ciernen negros nubarrones sobre su futuro. Y además mucho talento. Ayer era una noche idónea para la reivindicación, y algunos jugadores supieron captar el mensaje, asimilar la relevancia de la cita y ofrecer a un Buesa Arena engalanado para la ocasión lo que hacía falta para abreviar las angustias.
Sobre Nocioni, la honradez hecha carne, ni hubo ni hay ni habrá nunca dudas. Pero irrumpieron en escena también otros jugadores que, aun con sus desconexiones puntuales, suelen dar la cara cuando llegan las citas de alto voltaje. En un choque cuya energía acabó por desarbolar los planes y la rigidez táctica de Zan Tabak, el talento de Maciej Lampe y Nemanja Bjelica lo dinamitó todo, cambió el paso por completo.
La irrupción en escena del poste polaco, que bailó sobre la tumba de los entregados interiores del Montepaschi, y más aún de Nemanja, genial en el pase e inteligente en cada acción, quebró la pésima dinámica con la que el cuadro baskonista había estrenado el partido. Tras haber anotado sólo dos puntos en los primeros cinco minutos (2-7), los cambios precipitaron la reacción del equipo de Tabak. Resultó furibunda, devastadora, definitiva. El parcial de 19-4 que se produjo tras la entrada de ambos en el partido supuso la defunción anticipada de un Montepaschi que, pese a que disponía de opciones de acceder a los cuartos de final, bajó los brazos y se resignó a sumar su quinta derrota consecutiva en la competición continental.
Quedaban muchos minutos, pero en el Buesa Arena se empezó a atender más los resultados ajenos que el propio. El último cuarto de hora, aun con las pinceladas de excelente juego que por momentos ofrecieron los pupilos de Tabak, la mente estaba fijada en los duelos del Palau y El Pireo. Llegaron momentos de zozobra, e incluso tras sonar el bocinazo final varios millares de aficionados se quedaron en la grada aguardando los finales en otras canchas. La hinchada azulgrana conservaba la fe. Tenía que ganar el Barça o el Olympiacos. Se hicieron de rogar, pero al final ganaron ambos y en el Buesa Arena se vivió una fiesta.
Los toreros volvieron a la cancha, la música volvió a sonar y la hinchada baskonista, huérfana de excesivas alegrías este curso, festejó que su equipo volvía a estar entre los mejores, en su lugar natural. Tabak ha obrado ya dos milagros. El CSKA espera ahora en cuartos. ¿Por qué no soñar con un tercero?