vitoria. Sucedió en el Eurobasket de 2009. La selección española, ganadora de casi todo, se jugaba la victoria ante Turquía en los instantes finales de un partido de la fase de grupos. Scariolo disponía de un elenco interminable de estrellas, varias con muchas horas de vuelo en la NBA. El italiano pidió un tiempo muerto, sus jugadores saltaron al parqué y, contra todo pronóstico, el tiro decisivo en lugar de para Pau Gasol se lo tiró un Sergi Llull que buscó el mate, falló y tiró por la borda las opciones de victoria. Ayer en el Buesa Arena pasó algo similar. El Caja Laboral se quedó casi sin opciones de pelear por una plaza en los cuartos de final de la Euroliga después de que el más joven de los componentes de su quinteto tomara dos pésimas decisiones que acabaron por arruinar todo el trabajo que había realizado el equipo a lo largo de un partido en el que hizo méritos para ganar.
La selección española acabó ganando aquel Eurobasket, a pesar del mal ambiente que generó en el vestuario la osadía de Llull. Al Caja Laboral le hará falta un milagro, otro más, para siquiera poder colarse entre los ocho mejores equipos de la competición. Resulta aventurado asegurar que con cinco partidos aún por disputarse el equipo azulgrana ha dicho adiós a todas sus opciones. Pero lo cierto es que, tras lo visto y sufrido ayer en el Buesa Arena, pocos son los que conservan la fe.
A pesar del precedente de la primera fase, en la que la llegada de Tabak permitió espantar los negros nubarrones que se cernían sobre el equipo azulgrana, no se aprecian en el cuadro baskonista síntomas de confianza y solidez suficientes como para alimentar la fe de su afición, que ayer volvió a dar muestras de estar a la altura de las circunstancias, o incluso por encima. El brillante camino marcado en el arranque de este Top 16, con cuatro victorias consecutivas, se ha desviado en exceso. Cinco derrotas seguidas, tres de ellas en casa, han convertido en una quimera el objetivo que antes parecía al alcance.
Heurtel arruinó con su pésima lectura del juego el enorme despliegue de energía que había ofrecido el plantel vitoriano a lo largo de un partido en el que quiso pero no pudo. Lejos de lo que había sucedido en anteriores citas, en las que la escasa intensidad limitó las opciones de éxito, ayer el equipo de Tabak sí dio todo lo que tenía. Pero muchas veces el deseo no marcha acompasado con las piernas.
El Maccabi se llevó un triunfo que le permite mantenerse en la pelea. El equipo hebreo supo jugar con la ansiedad del anfitrión. Manejó el partido con cierta tranquilidad durante unos primeros minutos en los que el Baskonia mostró una enorme actividad defensiva pero en la que faltó cordura en la dirección para encontrar ventajas en ataque.
El partido, trufado del habitual rosario de pérdidas que ya se ha convertido en una seña de identidad de un equipo lastrado por los problemas en la dirección de juego, se convirtió en un carrusel de imprecisiones. El Maccabi se dejaba llevar en exceso y cuando el equipo azulgrana halló un poco de acierto, logró presentarse en el descanso con una renta (31-28) que en absoluto resultaba tranquilizadora.
Quedaba mucha batalla por delante. Blatt, ante los problemas físicos de Eliyahu y el mal día de Caner-Medley -una sombra de lo que fue-, apostó por jugar con pequeños. A Tabak le costó leerlo. Sus jugadores no supieron sacar ventajas pero se apoyaron en un soberbio Maciej Lampe para mantener el mando.
El duelo, no obstante, parecía condenado a decidirse en los instantes finales. Al igual que en Tel Aviv, iba a resolverse en esos momentos en los que se distingue a los niños de los hombres. Y en el Baskonia quien tomó el mando fue un jugador aún imberbe. A pesar de lograr acceder en los últimos dos minutos de juego con ventaja (62-59) tras una canasta de Heurtel que hasta ese momento estaba siendo de lo mejor, estaba por llegar la hecatombe. Al timonel galo le faltó sensatez y le sobró ego. Y en el otro bando, un viejo amigo de la afición del Buesa, un Logan que pasó por Vitoria con más pena que gloria, apuntilló al Caja Laboral con un triple y dos tiros libres que complican sobremanera su futuro. Solo cabe esperar un milagro. Otro milagro.