Vitoria. El vestuario del Caja Laboral vive en estos momentos fracturado. La pésima imagen ofrecida en los últimos encuentros, en los que algunos jugadores que parecían haber dado un paso adelante tras la llegada de Tabak han vuelto a borrarse, ha generado un clima de división que el pasado viernes, en Atenas, vivió un capítulo en el que Tabak pudo comprobar de primera mano la gravedad de la situación.
Algunos pesos pesados del plantel vitoriano se han hartado de que otros compañeros no den el máximo en cada partido y se rebelaron cuando el técnico croata amenazó, tras el choque frente a Olympiacos, con abrir un expediente sancionador por bajo rendimiento a todo el equipo. Uno de los jugadores llegó incluso a replicar a Tabak que ese no era el camino a seguir y exigió que se juzgara a cada componente de la plantilla en función del rendimiento y el compromiso que estuviera ofreciendo. Algo que buena parte de los pupilos de Tabak apoya y que deja en evidencia el malestar existente incluso en el seno del propio equipo con algunos de los integrantes de un colectivo que vuelve a reproducir los vicios que tantos sinsabores regalaron a la afición a comienzos de curso.
La bronca que se vivió en el cambiador del Pabellón de la Paz y la Amistad la destapó de inicio Tubasket. Según esta primera versión, Zan Tabak entró muy disgustado al vestuario tras el encuentro y entregó a todos los jugadores notificaciones de sanción por bajo rendimiento que uno de los componentes del equipo -siempre en función de la información ofrecida por el portal especializado- rompió en las narices al entrenador en tono desafiante. Fuentes consultadas por este periódico aseguran que se produjo tal careo entre Tabak y uno de sus hombres, si bien el gesto de protesta ante la amenaza de sanción iba encaminado a mostrar el desacuerdo con el castigo colectivo y no a servir de desafío. Desde la directiva baskonista, de hecho, se insiste en que no se ha abierto ningún expediente sancionador. Y una actitud así no habría quedado impune.
En cualquier caso, las sensaciones que arroja este evidente cisma en el seno de la plantilla resultan muy poco halagüeñas. Basta con atender a la estadística para comprobar el paso atrás que han dado varias piezas de una plantilla que tras la salida de Brad Oleson se ha quedado demasiado corta como para prescindir de jugadores importantes. Y eso está generando mucho malestar en el resto de la plantilla, sobre todo entre los jugadores más comprometidos, y en el propio entrenador.
Da la impresión de que Tabak, que cuenta con total respaldo de la directiva, no acaba de dar con la tecla para evitar la descomposición progresiva que está sufriendo el equipo desde que se esfumó el efecto balsámico que de inicio tuvo el cambio de entrenador. El croata venía avisándolo estas últimas semanas. Ya tras la bochornosa derrota de Santiago, en la que se ponía fin a una racha de doce victorias consecutivas en ACB, fue muy claro: "Estamos volviendo a los errores de comienzo de temporada", señaló Tabak, consciente de que esos problemas fueron los que acabaron por arrastrar al despido a su antecesor.
Tampoco se calló en Atenas. Antes de protagonizar ese cara a cara con sus hombres y de amenazarlos con una sanción si el equipo no recobraba su actitud, volvió a dar la cara y a derivar la responsabilidad en unos jugadores a los que no consideraba dignos de cubrir. "Esto es una vergüenza", se lanzó entonces Tabak. "Hay algunos jugadores que no están dando todo lo que tienen".
Sabe el croata que los mismos jugadores que en su día precipitaron la destitución de Dusko Ivanovic han vuelto a las andadas. En una temporada muy complicada, unas pocas manzanas podridas amenazan con pudrir todo el cesto. Y da la impresión de que ni la directiva ni el propio técnico logran hallar la fórmula para implicar a todos los jugadores en un proyecto en el que no sobra nadie. Tampoco están las arcas del club como para acometer operaciones drásticas de última hora.
En manos de Tabak y de Josean Querejeta, que siempre ha preferido que los trapos sucios se laven en el vestuario a ser posible sin implicar a la directiva, queda ahora el problema. En un vestuario en el que ha habido varios conatos de pelea, casi con más problemas de actitud que de juego, harán falta medidas drásticas y muy claras para que las aguas vuelvan a su cauce.