Vitoria. Atenas sufrió ayer la mayor tromba de agua registrada desde 1961. Mientras el Caja Laboral y el Olympiacos dirimían su duelo en el pabellón de la Paz y la Amistad, los bomberos de la capital griega se afanaban por atender las cerca de 900 llamadas que recibieron durante las seis horas que duró un temporal de proporciones casi bíblicas. El puerto de El Pireo -muy próximo al pabellón- canceló la salida de todos los barcos, y la lluvia se cobró incluso una víctima mortal. En apenas unas horas en Atenas cayó la misma cantidad de agua que durante todo el mes de febrero. Llegada la noche, mientras a su alrededor la ciudad se recuperaba de un brutal golpe de la naturaleza, el Baskonia intentaba hacer lo propio tras una de sus peores derrotas de la temporada. Había una diferencia, y es que, al contrario que la ciudad ateniense, el conjunto vitoriano sí podía haber hecho algo para evitar semejante varapalo. Pero la solución pasaba por recurrir a una medicina que el Caja Laboral no tenía ayer en su botiquín: actitud.
Algunas jugadas hablaron por sí mismas, y muchas de ellas tuvieron como protagonista a Maciej Lampe. Decir que el poste de origen polaco no tuvo su día sería caer en un eufemismo digno del peor de los políticos. El polaco anotó poco -12 puntos, con 4 aciertos de 13 en tiros de dos-, reboteó menos -tan sólo 4 capturas- y perdió mucho -cinco balones- en los 28 minutos que estuvo sobre la cancha del pabellón griego. Durante la mayor parte del choque su rostro era el reflejo de su desidia. No le salía nada, y lo que le salía, le salía mal.
Especialmente desastrosos fueron sus primeros minutos, con dos pérdidas de balón prácticamente consecutivas y sus tres primeros lanzamientos errados. Ya en la segunda mitad, con un amplio 56-39 en el marcador a favor de los helenos, enfiló el camino al banquillo tras cometer una falta bastante tonta durante un bloqueo en mitad de un pick and roll con Thomas Heurtel. Definitivamente, Lampe estaba en uno de esos días. Él lo sabía, y su entrenador también lo sabía.
El problema fue que su sustituto en la pintura baskonista no parecía estar por la labor de mejorar la actuación de su colega de posición. Tierno, demasiado ansioso, imitando a la perfección la actitud nerviosa y errática con la que Nemanja Bjelica saltaba al parqué en su primera campaña en el combinado vitoriano, Tibor Pleiss fue incapaz de aportar mucho más de lo que Lampe estaba desplegando en la cancha. De hecho, su acción inaugural en el encuentro al poco de suplir al polaco fue cometer una aparatosa falta sobre Shermadini que envió al jugador del Olympiacos a la línea de tiros libres. El cinco alemán se entendió mal con Heurtel y peor con Omar Cook, cometió unos pasos más que evitables en una entrada a canasta que había acabado con el balón en la red y cometió tres faltas en menos de lo que una persona normal es capaz de pronunciar el nombre de su ciudad de nacimiento: Bergisch Gladbach.
Pleiss no estuvo, aunque se le espera, pero cuando el teórico pívot titular azulgrana deambula sin rumbo como ayer hizo Maciej Lampe cabía haber esperado también un paso adelante de Milko Bjelica. Un grito de reivindicación que, sin embargo, no llegó -el montenegrino acabó con -4 de valoración en los diez minutos que disputó-. Así las cosas, el Baskonia se fue rindiendo a la evidencia y asumió que sin pívots era difícil ganar a un Olympiacos con Pero Antic, Printezis y compañía. Aquejado de un sintomático mal de altura, el Caja Laboral acabó recurriendo a la heroica ante un rival al que incluso en semejantes circunstancias venció los dos último parciales, dejando el average igualado al cosechar el mismo resultado que en el enfrentamiento celebrado en el Buesa Arena. Fue lo único con lo que poder conformarse.