Vitoria. Un francés, un americano y un español suelen ser los protagonistas de al menos un millón de chistes, pero eso no importó al Baskonia a la hora de confeccionar su trío de bases. Consciente de que los grandes males necesitan grandes remedios, optó por fichar a Omar Cook y hacer algo que no había hecho nunca durante las últimas temporadas: tener tres directores en plantilla y rezar para que no se cumpla el viejo refrán de las hijas de Elena. Por ahora el engranaje aún chirría, pero resulta imposible pensar en un escenario más adecuado que la Copa para que la maquinaria carbure de nuevo y Heurtel, Cook y Cabezas sean capaces de brillar con la misma intensidad. Será bueno para ellos. Será fundamental para el Baskonia.
"Creo que esta Copa va a ser un gran torneo para los tres. No sé quién va a jugar más, pero estoy seguro de que el que lo haga va a darlo todo por el equipo. Yo ahora estoy en un momento de juego un poco… ¿Cómo se dice? ¿De bajón? Y quiero centrarme en jugar bien para ayudar a ganar el título", explica Thomas Heurtel. Joven, rápido, imaginativo y descarado, el francés es el paradigma del baloncesto moderno. Es una bomba de relojería que a veces explota en las manos de Tabak. Es un Lannister seguro de sí mismo dispuesto a luchar cómo y con quién sea para mostrar su valía. Pero quién mejor que sus propios compañeros para definirle.
"Thomas es un jugador con talento para el pick and roll y con mucha fantasía. Su juventud le lleva a veces a dar unos pases muy bonitos y buscar un ritmo de juego muy vertical", sostiene Carlos Cabezas, actor secundario en una película en la que pensaba ser protagonista. El ostracismo con el que transcurren sus días en Vitoria no impide al malagueño incidir cuando tiene oportunidad en la buena relación que existe entre los tres timoneles. "Cada uno buscamos nuestros minutos y oportunidades. Si ellos no funcionan puedo salir y hacer algo diferente. Llego a esta Copa muy preparado y con la misma ilusión que cuando jugué la primera, con 19 años", rememora. Templado de nervios, veterano de varias guerras, Cabezas emuló a Ned Stark el pasado verano abandonando la placidez del protagonismo absoluto en el CAI para ejercer un rol secundario en la capital alavesa junto a un joven aspirante a rey. Lo que se encontró no era lo que probablemente esperaba, pero en lugar de venirse abajo ha seguido trabajando hasta hallar su recompensa en un Buesa que rompió en aplausos cuando pisó el parqué frente al Valencia.
Por su parte, el tercer y último hombre en discordia apareció en Vitoria apenas unos días antes de Navidad. Tras su mala experiencia en Milán, Omar Cook llegó al Caja Laboral dispuesto a recuperar el aura de base pluscuamperfecto que había perdido bajo las órdenes de Sergio Scariolo. La Copa no tiene secretos para él, como tampoco los tiene Cabezas, que fue su compañero en el Unicaja. El jugador nacido en Brooklyn, serio cual Khal Drogo mientras habla con su interlocutor, llega al partido de esta noche ansioso por recuperar su tono y compenetrarse cuanto antes con sus compañeros de posición.
"Somos como un monstruo de tres cabezas. Cada uno hacemos una cosa diferente, pero con buenos resultados", describe de forma muy explícita antes de subrayar las ganas con las que afronta esta Copa del Rey. "Sé perfectamente lo que supone una Copa para el club y la afición. Recuerdo que, en mi primer año en España, me preguntaba qué demonios era este torneo en mitad de la temporada con el que todo el mundo estaba tan emocionado. Ahora lo entiendo todo", asegura. El monstruo de tres cabezas está hambriento de gloria.